![La 'Batalla de restaurantes' de Chicote ya tiene ganador en Málaga](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2025/02/12/batalla-pachu_20250212034759-RAN2yzWQQzktWuJE0vbtCHN-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
![La 'Batalla de restaurantes' de Chicote ya tiene ganador en Málaga](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2025/02/12/batalla-pachu_20250212034759-RAN2yzWQQzktWuJE0vbtCHN-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
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En busca del mejor pescaíto frito venía Alberto Chicote a Málaga con su 'Batalla de restaurantes'. Y se va con un vencedor: Taró. No sin polémica ante las críticas de sus rivales por no ser un establecimiento especializado en fritura. Sea como sea, la calidad del espacio, la cocina, el servicio y la comida pesaron más en las puntuaciones y Pachu Barrera se impuso así con su Taró a sus tres contrincantes: La Sal y el Son, Sacaba Mar y Marisquería Moya. Lo hacía durante una tensa competición de esta nueva entrega del programa que se emitía la noche de este martes en La Sexta.
En este espacio, cuatro restaurantes de una misma ciudad se enfrentan para obtener un premio de 10.000 euros y el reconocimiento de ser el mejor en su campo. Para ello, los propietarios de los locales se valoran entre ellos, puntuándose en una horquilla del 0 al 10, en seis categorías: espacio, cocina, comida, servicio y precio. Además, también puntúa la especialidad regional en la que compiten. Al final del programa, la puntuación de Chicote es decisiva para confirmar la clasificación o darle la vuelta.
Los seleccionados en Málaga eran la Freiduría Marisquería Moya, de Juan Moya; Taró, de Pachu Barrera; La Sal y el Son, de José Carlos Sabastro; y Sacaba Mar, de Victoria Reyes. Todos tenían que valorar a todos. Y todos tuvieron que sortear dardos de unos y otros, como es habitual en 'Batalla de restaurantes'.
El primero en enfrentarse a ellos fue Juan Moya, que presentaba su local como un «negocio de barrio» pero con la aspiración de ser «hostelería de excelencia» con producto que compran directamente de la lonja. No en vano, según dijo, pertenece a una asentada familia de pescaderos con más de cien años de trayectoria. Pese a ello, sus rivales cuestionaron la conservación del producto, aunque no la calidad de este. «Me parece más una fritura de Cádiz que de Málaga», «el servicio es nefasto», «huele a fritanga», fueron algunos de los comentarios que Moya tuvo que escuchar. Finalmente, obtuvo de ellos una nota de 4,6.
El siguiente turno era el de Pachu Barrera y su Taró, un rincón de «cocina tradicional malagueña reactualizada», definió el propio Pachu, advirtiendo de entrada que la suya no es una fritura de chiringuito, sino que en su restaurante busca «algo diferente», utilizando distintas técnicas como la baja temperatura. Ese fue precisamente su hándicap frente a las puntuaciones de sus compañeros. «No he visto la fritura por ningún lado», decía Sabastro.
Por lo demás, no le llovieron demasiadas quejas. «Todo impoluto», «superorganizado», «de diez», se escuchaba entre los comentarios. Aunque también el «payaso del polo azul» -como algún camarero llamó a Juan Moya- pidió que le hicieran más la corvina. Se buscaban constantemente las cosquillas unos a otros, y a él le penalizó su particular pescaíto frito. ¿Un ejemplo? La fritura de pulpo a baja temperatura, puré de batata y mayonesa ahumada o los taquitos de rape marinados y fritos con tomatillos. En total, 4,8 recibió como valoración de sus colegas.
Continuaron el recorrido en La Sal y el Son, a unos metros de Taró, en la zona de Tomás Echeverría de Huelin. Ni siquiera la presentación tradicional en cartucho salvaron del suspenso a José Carlos Sabastro. «Este boquerón no es de hoy», atacaba Juan Moya, comparando además el ambiente de caseta con lo que, a su juicio, suele ser la gastronomía en feria: comida de baja calidad y cara. No faltó el baile y la jarana, pero La Sal y el Son se llevó un 2,7 de puntuación.
La última anfitriona fue Victoria Reyes en Sacaba Mar, para ella, «un restaurante de alma especializado en fritura y espetos». La distribución y organización de los productos (bebida al lado del postre o elaboraciones con y sin gluten juntas) y el entorno (en un descampado) llamaron la atención de los rivales nada más llegar. «Chicas, van a por nosotras», espetaba Reyes a su equipo como aliento para darles fuerza. «Le falta fritura, pero tiene buen sabor», consideró Sabastro al probar su fritura. Un gato merodeando entre las mesas no ayudó a subir la nota. Le dieron un 4,6, empataba con Moya, pero fue la que recibió la máxima puntuación en el apartado de fritura.
En el cara a cara final junto a Chicote se pusieron las cartas boca arriba. Ahí todos conocieron sus valoraciones y todos se sorprendieron, no muy gratamente, al descubrirlas. Aún quedaba la nota decisiva, la global resultante de los participantes y del conductor del programa. Apenas cambió la clasificación: en primer lugar, Taró (5,5); en segundo, Sacaba Mar (5); a continuación, Moya (4,8); y por último, La Sal y el Son (3,3). Ganaba, por tanto, el restaurante de Pachu Barrera, aunque Victoria Reyes dijo sentirse vencedora por esa máxima puntuación en fritura, que en realidad era la protagonista de esta edición malagueña de 'Batalla de restaurantes'.
Una emisión que reunió a equipo y amigos de Barrera en su otro restaurante (más informal), La Caverna, a apenas unos pasos de Taró. Allí se vivió la fiesta de la victoria de este cocinero malagueño formado en la Escuela de Hostelería La Rosaleda y convertido hoy en día en uno de los nombres destacados de la gastronomía malagueña. Tras más de dos décadas de una trayectoria que le ha llevado a curtirse en grandes cocinas como Tragabuches (Ronda), en la etapa de Dani García, o Las Rejas de Manolo de la Osa (Cuenca), hace cuatro años apostaba por su proyecto propio. Así nacía Taró, en pleno barrio de Huelin.
Allí desarrolla la cocina que siempre le ha caracterizado: producto local, mucha esencia malagueña y andaluza, y una personal reinterpretación del recetario tradicional. Toda esas tablas le han servido para ganar el capítulo de 'Batalla de restaurantes' en Málaga. A pesar de que no sea precisamente una freiduría como tal. En su carta podemos encontrar la mencionada fritura de pulpo o los taquitos de rape, pero también ajoblanco malagueño con vieiras a la brasa y huevas, chivo de Canillas con tabulé de verduritas o su aclamado tartar de salchichón de Málaga con pasas y miel de caña.
Ahora esa carta será aún más conocida tras su intervención en esta segunda temporada del programa de Alberto Chicote, en la que el mediático cocinero vuelve a recorrer España para descubrir los establecimientos más destacados de cada región y conocer cuál es el mejor en la preparación de su plato típico. Hasta ahora, se han valorado platos típicos como el rabo de toro en Córdoba, el pulpo A Feira en A Coruña, las patatas a la riojana en Logroño y el bacalao al pilpil en Bilbao. Aún quedan más batallas en Barcelona, Albacete, Badajoz, Valladolid y Guadalajara.
Como novedad, en esta nueva edición, Chicote realiza breves entrevistas a los restauradores en las que da a conocer sus historias de esfuerzo y dedicación. Asimismo, las presentaciones de los participantes al inicio del programa son ahora más ágiles y directas. Además, el cocinero madrileño acompaña al espectador también a través de la voz en off, siendo el chef el encargado de explicar todo lo que sucede dentro y fuera de las cocinas durante cada episodio.
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