Avales

Hace años asistí en Madrid Fusión a la presentación de una base de datos de proveedores impulsada por cocineros reconocidos. Pequeños agricultores, ganaderos o pescadores que cada uno de ellos avalaba. Sea por la pandemia o por cualquier otra circunstancia, parece que el proyecto ya no sigue adelante. Los hermanos Roca también protagonizan una iniciativa dirigida a la visibilización de productores. Ellos seleccionan un producto que responda a los parámetros establecidos y lo promocionan durante un tiempo.

La necesidad de avales indica que ni siquiera la élite del campo goza de la consideración social que tiene la cocina. En el ámbito financiero, académico, social o profesional, el aval es un respaldo para quienes por sí mismos no pueden alcanzar el objetivo ansiado. No dista tanto de la tutela, e igual que esta figura, consolida relaciones asimétricas por más que sean bienintencionadas. Las mujeres sabemos mucho de eso, porque no llegamos nunca a desembarazarnos del aval ni la tutela, de las cuotas y de la visibilización forzada y en positivo en vísperas de los días oficiales. Pienso que si en España el campesinado tuviera el mismo peso cultural y económico que en el Piamonte, los avales no serían necesarios. Quien tiene voz propia no necesita que nadie se la preste.