El Elche ocupaba plaza de descenso y días a ntes le habían hecho cuatro en la Copa ante los suyos. No funcionaba. Y al Málaga, que estaba en todo lo alto, lo habíamos visto seguro, conjuntado, aplicado y trabajador. Por razones obvias había que pensar en un marcador más o menos positivo. La realidad nos ofreció lo contrario. El Elche se empleó con las armas del Málaga. Durante la mayor parte de los 94 minutos se invirtieron los vaticinios. El once que más corrió, presionó y luchó fue el de casa. Lo intentó casi todo ante un Málaga que, salvo en los minutos iniciales, pareció un combinado timorato ante la responsabilidad, desconcentrado y sin unión. Los fallos salieron a flote a partir del minuto 21, en el que un gran pase en profundidad de Juanpi fue desaprovechado por Blanco, solo ante el meta Francis. Diez minutos después, Neyder, justamente entre los dos centrales blanquiazules, remató de cabeza sin la más mínima oposición. Era el 1-0. Los locales fueron a más, sobre todo en presión y sentido de la anticipación. Hasta en los saques de banda imitaban a los visitantes.
El Málaga llegó al descanso descompuesto en defensa, con el centro del campo desafortunado en organización, especialmente en las entregas, y los que llegaban arriba, cuando subían, parecían atolondrados. De colegiales. En la reanudación botó cuatro saques de esquina seguidos en dos minutos. Sin más. En el 60, otro paradón de Francis a Blanco, en remate sobre la marcha… Y sanseacabó.
Semanas atrás he dicho y repetido que este Málaga terminará donde deseamos. Hasta ahora ha puesto a prueba una serie de realidades que lo han llevado a todo lo alto. Por supuesto que nunca he dejado de pensar en que llegarían las malas actuaciones, pero ni por asomo con cierta dejadez como el viernes, en presión, combatividad y no dar un balón por perdido. Decepcionó, en una palabra. Por supuesto que esta mancha no puede emborronar lo hecho, que ha sido bueno. A Muñiz se le observó muy incómodo cuando iban pocos minutos. Después aumentaron los gestos de desaprobación. Para colmo, los cambios no añadieron nada nuevo. Los buenos deseos de Dani Pacheco, al que le suele sobrar un regate, y poco más. El lunes llega el Numancia, al que se le conoce, y a continuación salidas seguidas a Pamplona y Gijón.
Ni me gustó ni me dejó de agradar el Elche. Su mejor virtud, que le echó más ganas. En el Málaga, en cuanto a individualidades, al igual que cuando han brillado no he escatimado elogios, en esta jornada tocan notas negativas. El meta Munir, que es un buen portero, en esta ocasión no estuvo afortunado en el segundo gol. Se le notó algo nervioso al ceder el balón al compañero más próximo. Y en los saques largos, mal. Iván bajó de tono, sobre todo cuando no sabía eludir al contrario y reculaba con balones atrás. Apenas avanzó por la banda. Luis Hernández y Pau Torres no se entendieron posicionalmente, detalle que costó un gol. Abusaron del pelotazo. Ricca, desorientado en ocasiones, cometió una serie de faltas innecesarias. N'Diaye y Adrián lo intentaron pero sin aciertos. Juanpi, intermitente atrás y arriba, pero, así y todo, metió balones de categoría. A Ontiveros le faltó serenidad. Pretendió hacer muchas cosas y le salieron pocas, aparte de que a él y a Juanpi les aplicaron unos marcajes especiales. Harper, en la línea de la jornada anterior, flojo para sus posibilidades.
Y Blanco, a lo suyo, pero sin tino. No estuvo fino. Supongo que el enfado de Muñiz se disipará en los entrenamientos, demostrando y corrigiendo errores y aptitudes.
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