El único efecto 'positivo' del coronavirus para el Málaga

Apenas se llevaban tres semanas desde que se decretó el Estado de Alarma cuando el presidente de LaLiga, Javier Tebas, se mostró contundente ante los representantes de los clubes. Les instó a prepararse para una crisis importante y, aunque mantenía la esperanza de que el campeonato iba a reanudarse para concluirlo y al menos salvar una parte de los ingresos televisivos, ya les avanzó que la recesión iba a obligar a adaptarse a un nuevo escenario, más complicado. En una reflexión que disparó aún más la preocupación entre los dirigentes, recalcó: «Hay que olvidarse de los fichajes y centrarse más en los jugadores que estén cedidos y en los canteranos».

Desde ese momento, los clubes asumieron que el panorama va a ser complicado. Algunos de ellos tenían su economía controlada, con la planificación adecuada, pero el anunciado descenso en los ingresos provoca que se encuentren con el agua al cuello. En Segunda las cantidades no son tan llamativas como en la máxima categoría, pero, por citar un ejemplo, no son pocos los equipos que están muy ajustados al tope salarial impuesto por LaLiga. Obviamente, a menos dinero que entren en las arcas, más recorte en ese límite en los emolumentos de los futbolistas.

En ese aspecto el Málaga tiene terreno ganado y conoce a la perfección el camino. La nefasta gestión de años anteriores provocó que el club tuviera que ajustarse esta temporada a unos parámetros muy estrictos fijados por la patronal de clubes. No es un secreto que en ese aspecto ha estado en clara inferioridad durante este ejercicio que aún no ha concluido (paradójicamente, debiera haberlo hecho este fin de semana). Por ello, tuvo que renunciar a los fichajes ya realizados y presentados (el japonés Okazaki y José Rodríguez), suspirar en el último día del mercado veraniego por alguna cesión en forma de regalo (Sadiku, procedente del Levante), apañarse con un número ridículo de fichas profesionales (por debajo de la veintena) y recurrir obligatoriamente a futbolistas con licencia del filial.

Pero, sobre todo, el Málaga supo desde el primer momento que no podía incorporar a jugadores que superaran el salario mínimo (en torno a los 80.000 euros). Las dificultades fueron máximas, hasta el punto de que LaLiga no le permitió inscribir al guardameta Lizoain. La tarea de Manolo Gaspar desde que se hizo cargo de la dirección deportiva era reclutar en invierno a futbolistas que pudieran tener capacidad competitiva, aunque siempre sujetos a esa ficha tan reducida. Y así llegaron Buenacasa, Tete y Aarón.

Ahora, con el nuevo escenario por los efectos del COVID-19, el Málaga cuenta con la ventaja de que conoce ese mercado al que ahora aspirarán otros equipos de la categoría de 'plata'. Y ahí, a igualdad de condiciones, la entidad malaguista cuenta con clara ventaja a la hora de convencer al futbolista. Tanto Tete como Aarón lo expresaban recientemente en sendas entrevistas con SUR. El peso de la ciudad (y de su Costa del Sol) es un factor clave para conseguir el resultado deseado en cualquier negociación, pero también la historia del club. Por no hablar del estadio La Rosaleda y de su afición, otros aspectos muy valiosos cuando el jugador de turno pregunta a compañeros que en un momento de su trayectoria han vestido la camiseta blanquiazul.

Al menos, desde ese punto de vista, sí se ha producido un efecto 'positivo' para el Málaga por la expansión del coronavirus. Aunque la situación del club aún sea delicada y obligue a demasiados ajustes para evitar el desastre.