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Llega el Gimnástic y en el vestuario malaguista todos tratan de no mirar la clasificación, de abstraerse de su condición de colista. Pero en la plantilla algunos de sus componentes, empezando por el entrenador, ya han pasado por esta experiencia. Y el desenlace obliga ... a extremar la cautela. En la temporada del último ascenso el Málaga patinó en La Rosaleda y aquel tropiezo pudo tener gravísimas consecuencias.
El Málaga está en el grupo de cabeza (cuarto y a un punto de los dos primeros) y el 'Nastic' es colista. Hace once años, la situación era similar: el cuadro blanquiazul era segundo y llevaba toda la temporada en puesto de ascenso mientras que su rival en La Rosaleda era antepenúltimo y con unas sensaciones muy negativas. La Liga había entrado en su recta final y sólo quedaban ocho jornadas.
Con el Numancia como líder, el Málaga estaba inmerso en una tenaz pelea con el Sporting y la Real Sociedad por las otras dos plazas de ascenso (entonces subían directamente tres equipos). Cada jornada era vital por la igualdad reinante, como quedó patente hasta el último día.
Aquel Málaga-Gimnástic, el 10 de mayo de 2008, llegó una semana después de una de las jugadas más recordadas, un pase estratosférico de Sandro en Balaídos para que Iván Rosado marcara el gol del triunfo. Ese día el 'monstruo de Las Galletas' decidió que se retiraba. Pero también aquel Málaga-Gimnástic en La Rosaleda se disputaba tras un sonoro tropiezo en casa, en el momento más inoportuno, frente a un rival muy directo, la Real Sociedad (0-2).
El Málaga ya estaba avisado. Pero tropezó en la misma piedra. En la primera vuelta se había dejado dos puntos en Tarragona al encajar un gol en el minuto 89 (Arpón igualó el tanto de Salva en el 77). En el segundo tramo liguero el 'Nastic' se impuso por 1-2 en Martiricos. Aunque marcó primero Paulo Jorge, a los cinco minutos igualó Abraham. En los primeros minutos de la segunda parte Mairata adelantó al conjunto visitante.
Aquel resultado disparó las dudas entre los seguidores, sobre todo por las dificultades ofensivas. Salva estuvo lesionado toda la segunda vuelta, Baha arrastraba serios problemas en un empeine y Peragón e Iván Rosado habían perdido la frescura de la primera vuelta, así que Muñiz optó por adelantar la posición de Hidalgo –que también tenía molestias de rodilla– para tratar de explotar su llegada y valerse de su aportación goleadora.
El 1-2 ante el Gimnástic generó una enorme inseguridad dentro y fuera del vestuario. El Málaga había estado siempre entre los dos primeros y en el entorno existía la convicción de que el ascenso estaba en la mano en caso de no fallar en los dos encuentros seguidos en casa, frente a Gimnástic y Hércules. Por eso, cuando ocho días más tarde se produjo un sorprendente 4-6 ante el equipo del Rico Pérez, parte del público estalló. A pesar de que seguía en la zona de ascenso, un grupo de aficionados pidió a las puertas de La Rosaleda la destitución de Muñiz, que tuvo que dejar el recinto en un furgón policial.
Una semana más tarde, el Málaga recuperó sus opciones, su confianza y su seguridad con una victoria en el Sánchez Pizjuán frente al filial del Sevilla. Firmó un partido casi impecable coronado con un soberbio gol de Calleja. Y volvió la normalidad...
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