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Al fin un partido tranquilo para el aficionado malaguista. Esta vez el almuerzo no se atragantó y la sobremesa sólo deparó buenas noticias. El equipo sigue aferrado al reto de mantenerse en la mitad alta de la tabla, incluso de continuar al acecho de lo que a priori se antoja una quimera: la sexta plaza. Si en el plano colectivo se observó una diferencia abismal en intensidad respecto al Albacete, en el individual el encuentro sirvió para que varios futbolistas pudieran esbozar una sonrisa.
Ya se sabe que la posesión de la pelota no implica el control del partido. El Málaga ni siquiera llegó al 40 por ciento e incluso tuvo dos pérdidas más que su rival, pero la estadística no refleja la clara superioridad del equipo blanquiazul frente a un Albacete que se despeña por el precipicio, obligado ya a firmar casi un pleno de puntos en las ocho jornadas restantes. Mientras, los pupilos de Pellicer han cambiado los empates de la pasada temporada (20), tan necesarios para la permanencia, por 13 triunfos que aseguran en condiciones normales en torno al 80 por ciento de la cifra necesaria para continuar en Segunda.
Pellicer rescató a Cristian ante la baja de Luis Muñoz (en las últimas nueve jornadas, tres de ellas lesionado, sólo había disputado 43 minutos) y dejó fuera a Ramón o Benkhemassa. El mensaje parecía claro: renuncia a la presión arriba. Pero como contraste el Málaga optó por hacerla en 'bloque medio'; es decir, cuando debían intervenir los centrocampistas del Albacete. Y ahí no hubo color porque dos y hasta tres jugadores cercaban al contrario y neutralizaban cualquier línea de pase. Incluso, pese a contar con la pareja Cristian-Jozabed como interiores, se dejó en segundo plano la circulación de la pelota y se buscó más el envío en largo, a los costados (o entre el central y el lateral), para castigar la fragilidad de la cobertura visitante.
Que Cristian y Jozabed brillaran más en la presión en zona media es muy elocuente, pero ambos (escoltados por un imperial Escassi) sabían que era un partido más de aperturas que de toque. El primero lució más en el balance global porque buscó a Jairo sin pensárselo en el origen del segundo gol... con el cántabro ejecutando el desmarque de ruptura desde campo propio. En esa jugada, de una tacada, hubo recompensa para el medio y el extremo –este último, en indiscutible mejoría–, pero también para Caye Quintana, que aprovechó el maravilloso centro desde Tribuna para marcar su primer gol después de 28 jornadas de Liga (el único fue en La Romareda, a mediados de octubre). El onubense, por el que Pellicer mantuvo su apuesta en perjuicio de Scepovic, al fin pudo sonreír.
Claro que el primero que lo hizo fue Rahmani en el 1-0. Aunque sigue espeso en su juego, estaba al quite en la zona de remate en un córner ejecutado por Jozabed que golpeó desde la frontal el mijeño Benítez, otro que puede presumir de participación en un gol como complemento a una brillante actuación en el lateral derecho.
Estuvo tan repleta la sobremesa de buenas noticias que no se registraron problemas físicos de consideración, tampoco amonestaciones, y además el Málaga volvió a mantener la puerta a cero. El Albacete es un alma en pena, pero desde el primer minuto el equipo lo noqueó con su intensidad. Lo dicho: nadie baja los brazos.
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