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En el argot futbolístico se le llama 'maldición del ex' y viene a referirse a la asiduidad con la que un futbolista marca frente a un equipo al que ha pertenecido anteriormente. Y precisamente este domingo, en casa (18.30 horas), el Málaga necesita más ... que nunca que esa norma no escrita se cumpla con su estrella, Rubén Castro. En un partido que definirá si al conjunto de Sergio Pellicer le quedarán opciones de permanencia, el grancanario deberá ajustar su punto de mira para ver puerta frente al conjunto del que llegó a La Rosaleda, el Cartagena.
Conviene no engañarse: Rubén Castro es el máximo goleador del Málaga (con nueve tantos) y además ha participado en otros tres, pero ni siquiera la frialdad de estos datos permite hablar de una temporada notable del futbolista llamado a ser verdaderamente diferencial no en el equipo, sino en las aspiraciones del equipo. Y estas, como es evidente, han ido rebajándose con el paso de los meses hasta reducirse a un cara o cruz pasado mañana para mantener opciones (muchas o pocas en función también de sus rivales) con el fin de no despeñarse hasta la tercera categoría, la ahora denominada Primera RFEF.
A Rubén Castro le ha pasado factura la errática planificación de la plantilla en verano, básicamente por la falta de futbolistas de banda de cierto nivel en el proyecto inicial (sin más extremo que Hervías, con un precario estado físico, y con 'carrileros' o laterales muy flojos). No obstante, dado que el '24' blanquiazul es más un paradigma de oportunismo que un especialista en el remate por alto, también es cierto que el planteamiento de Manolo Gaspar y Pablo Guede pasaba por una notoria aportación de los numerosos medios punta en esos servicios al hueco que pudiera aprovechar el grancanario. Sin ir más lejos, una acción similar a la que desembocó en el segundo gol hace una semana en la visita al filial del Villarreal. Desgraciadamente, ese último pase tan deseado por el delantero centro blanquiazul se ha dado en escasas ocasiones.
Es cierto que Rubén Castro se ha 'buscado la vida' en distintos partidos, pero no parece que admita discusión la sensación de que ha pasado durante toda la temporada por fases de 'semidepresión futbolística'. Esa ha sido la consecuencia de tanta desazón al verse desconectado de sus compañeros en el campo y de la permanente incapacidad del Málaga para salir del atolladero, para encadenar dos victorias y para encontrar un estilo de juego convincente y conveniente.
Y ahora que llega esta encrucijada para el Málaga se requiere que Rubén Castro sea 'el del Cartagena', aquel futbolista que tanto se ha echado de menos, con una apabullante confianza para resolver partidos ya al filo de los 40 años. El azar y la nefasta temporada blanquiazul han derivado en que la cita crucial sea precisamente frente al conjunto departamental. Y por eso más que nunca el malaguismo confía en que la llamada 'maldición del ex' juegue esta vez a favor. Que el grancanario haya marcado en dos de los tres últimos partidos supone forzosamente el mejor síntoma para ver en acción a ese futbolista desequilibrante que firmó números sorprendentes para su edad. Hace dos temporadas disputó 41 de los 42 encuentros, marcó 19 goles, dio tres asistencias y jugó 3.294 minutos; en la anterior, de nuevo se quedó sin participar en un solo partido, logró un tanto más (20), firmó más del doble de asistencias (7) y de nuevo superó los tres mil minutos (en concreto, 3.189).
Eso sí, la inevitable comparación numérica, para mal, no puede esconder esa profesionalidad incuestionable de la que hace gala Rubén Castro cada día, en cada sesión de entrenamiento, y que al filo de los 42 años le va a permitir rondar de nuevo los 3.000 minutos jugados a nivel profesional. Sólo que en su caso lo que cuenta son los goles. De ahí la imperiosa necesidad de que se mantenga en racha y el domingo haga valer la 'maldición del ex'.
En el Málaga se celebró en verano el fichaje de Rubén Castro, pero también el cierre del acuerdo para la llegada de otro futbolista del Cartagena, Álex Gallar, uno de los grandes aliados en el campo del delantero grancanario. Sin embargo, el rendimiento del egarense ha estado condicionado por el durísimo varapalo que él y su esposa, Raquel, sufrieron a mediados de noviembre con el fallecimiento de forma muy prematura de su hija Leila.
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