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El ambiente ha vuelto a La Rosaleda, ese esqueleto desnutrido durante año y medio y al que ayer volvieron los miles de decibelios de sonido. Con apenas 6.519 espectadores (dato oficial) respecto al aforo de 7.500 permitido como tope (el 40% impuesto por ... Sanidad), fue un plus respecto a lo padecido los últimos meses. Nada que ver con el amistoso de pretemporada jugado hace días ante el Tenerife, cuando apenas se registró un millar de seguidores. Y por supuesto, un aperitivo todavía de lo que se prevé que pueda ser la temporada, cuando el factor campo pueda ser determinante para el cuadro de Martiricos, uno de los más perjudicados por el juego a puerta cerrada.
Estaba claro que el comienzo de la competición, ante el Mirandés, encierra otro interés que el el de la pretemporada. Ya hay puntos en juego, y desde los instantes previos al choque sonó un grito más ensordecedor de "¡Málaga, Málaga!" y se volvieron a oír los clásicos cánticos de la grada de animación, como el "¡Qué bonito es cuando salgo de casa a animar al equipo!". Llamó la atención especialmente ver a un grupo de medio centenar de seguidores descamisados de pie junto al videomarcador en la zona alta de Fondo Sur, lo que fue corregido minutos después por el club al solicitarles dos vigilantes de seguridad que se sentaran y mantuvieran las preceptivas distancias de seguridad, aunque en el tramo final volvieron a estar en pie y muy próximos. El aporreo de los asientos de los aficionados (al disponer todos de la fila vacía por delante) ejerció por momentos un ruido ensordecedor, y las ovaciones que se llevaron al dejar el campo Kevin, Paulino y Brandon fueron de las que refuerzan la moral de cualquiera.
También se registró otro ambiente en los prolegómenos en los aledaños del estadio, en el que sorprendió ver la tienda oficial del club cerrada pese a la festividad laboral de la jornada. Una oportunidad perdida de vender camisetas. Desde algo más de media hora antes del comienzo del choque se formaron colas en las diferentes puertas de acceso del estadio. No era por la enorme afluencia de público, sino por los trámites necesarios para la entrada, con la toma de temperatura y la presentación de documentos que certifican la vacunación. Incluso, en ocasiones, hubo que proceder al cambio de modelo de mascarilla, de ahí que se demorara mucho la entrada al recinto.
A diferencia del choque ante el Tenerife días antes, se abrieron todas las zonas del estadio, no sólo el anillo inferior, manteniendo siempre filas libres entre la ubicación de los seguidores, y el club agradeció en varias ocasiones por megafonía el regreso del público. No obstante, persiste el malestar entre los propietarios del abono Fiel Malaguista, que no obtienen ventajas económicas de ningún tipo en la compra de entradas. Todo sigue a la espera de que se pongan a la venta los abonos de la temporada, algo que se prevé cuando se reduzcan más las restricciones de aforo por la pandemia.
En el palco, la delegada en Málaga de la Consejería de Educación y Deportes, Mercedes García Payne, compareció con la nueva camiseta del Málaga, acompañada por el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, y el presidente de la Diputación, Francis Salado. Además, el karateca Damián Quintero, plata en katas en los Juegos Olímpicos de Tokio hace unos días y que había llegado a Málaga por la mañana, fue homenajeado con el saque de honor, aunque en megafonía se avisó tarde a los espectadores de su presencia.
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