Imagen de los aficionados del Málaga durante un partido. SALVADOR SALAS

¿Debe cambiar de ubicación La Rosaleda?

La obligación de contar con un estadio de más de 40.000 espectadores para ser sede del Mundial 2030 y la necesaria remodelación alimentan las dudas sobre el actual recinto

Viernes, 18 de febrero 2022, 00:42

SÍ. Una ampliación parece inviable; no hay que tener miedo al cambio.

Sergio Cortés.

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La etapa de los históricos estadios ha pasado a peor vida. Conste de antemano que un cambio me supondría (como a todos) dejar atrás la infinidad de recuerdos que se acumulan tras medio siglo de partidos presenciados en directo. Eso sí, bien me ... costó adaptarme, cuando era niño, a la desaparición del viejo puente de La Rosaleda, tan angosto que después del partido íbamos apelotonados como si fuéramos las promesas del Cautivo en otros tiempos. La Rosaleda es La Rosaleda, nuestro templo, pero si es imprescindible una nueva ubicación para tener un estadio de primer nivel que permita traer el Mundial y otros acontecimientos importantes, bienvenida sea. Otro debate es si conviene gastarse una millonada para contar con dos o tres partidos de un evento en 2030 o si al Málaga le quedaría ‘grande’ un aforo de 45.000 espectadores. Ahí sí lo tengo más o menos claro: si la ciudad y la provincia han crecido exponencialmente en tantos ámbitos, ¿por qué no su recinto deportivo más señero?

Por más que le doy vueltas y por más que me hablen de ‘pastillas’ de terreno –dejemos a un lado las farragosas cuestiones burocráticas–, sinceramente no veo la fórmula para una ampliación de tanto calado (ojo, hablamos de ampliar el estadio un 50 por ciento), máxime con el condicionante del cauce del Guadalmedina. La obra sería faraónica. Por no hablar del martirio de los accesos y los aparcamientos, que ya suponen un serio problema simplemente cuando se completa el aforo en dos tercios (con unas 20.000 personas). El Atlético de Madrid se mudó al Metropolitano y no pasó nada; el Athletic perdió su inigualable ‘Catedral’ para construir la nueva a partir de un fondo; Sarriá dejó paso a un estadio en Cornellá tras la escala en Montjuic; Atocha, escenario nada menos que de dos títulos de Liga, también desapareció... No hay que tener miedo a otra ubicación. La Rosaleda será siempre La Rosaleda, esté donde esté, y claro que con la mudanza se irá una gran parte de nuestras vidas, pero el sentimiento malaguista no cambiará. Y además el nuevo estadio nos permitirá presumir como nunca...

NO. Un gran estadio en Martiricos sería la apuesta más brillante

Antonio Góngora

Cualquier aficionado sabe que es más fácil construir un campo de fútbol lejos de la ciudad que convertir La Rosaleda en un gran estadio, moderno y rodeado de servicios. Pero es necesario analizar antes cuáles son las circunstancias que juegan a favor y en contra de cada proyecto para que la decisión sea la más acertada posible. Parece claro, no es necesario profundizar en exceso, que marcharse a las afueras no presenta ningún problema más allá de disponer del dinero necesario. Pero quedarse en Martiricos y levantar un campo de primer nivel con las dificultades aparentes, sin duda, precisaría de una idea brillante que sorteara todas estas dificultades.

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Parece claro que la apuesta por mantener el campo en su actual ubicación llevaría consigo poner en marcha un proyecto serio, sin la austeridad y las ‘chapuzas’ que se dieron en la anterior reconstrucción (muchos dicen que el actual campo se quedó obsoleto antes de inaugurarlo). Con esa idea de levantar una instalación del máximo nivel, porque sería posible y viable (las instituciones comparten esta idea), la decisión esta clara: deberá quedarse donde está, porque supone un elemento más de la ciudad y también permitiría que mantuviera su identidad al completo.

Ahora vayamos con los problemas. El espacio. Es evidente que el estadio tendría que avanzar hacia algún otro terreno anexo para que sus gradas puedan albergar más de 40.000 asientos. Disponiendo de más metros se podría pensar también en los aparcamientos y en otros servicios que suelen estar ya presentes en todos los campos que se encuentran dentro de las ciudades (zonas de ocio, restauración, comercios...). La duda en este caso, sin embargo, estaría en qué debería hacerse finalmente: ¿ampliar la instalación o reconstruirla de nuevo?

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La segunda pata de esta historia habría que buscarla en el dinero, en el precio de un proyecto de este nivel. Sería caro, sin duda, pero como otros estadios. Las instituciones han costeado grandes obras en diferentes lugares que, en algunos casos, apenas se le ha dado utilidad.

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