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Tuvo que llegar la Copa para fastidiar el 'statu quo' que se había labrado el Málaga en las últimas semanas en Liga, donde ha conseguido a duras penas mantener una regularidad de resultados (tres empates y una victoria en los últimos cuatro partidos) y que posicionaba al equipo hacia una semana con el viento a favor de cara al último partido del año y de la primera vuelta contra un rival directo como el Lugo, con la oportunidad de irse a las vacaciones navideñas con el espíritu renovado y lejos de la zona de descenso (y mejor descanso). Y es algo que en parte sigue estando ahí, y quizás sea la mejor manera de afrontar lo que queda de este fatídico 2019.
Pero el catastrófico partido ante el Escobedo, un modestísimo de la Tercera cántabra (una de las más débiles entre las competiciones de esta categoría), de evidente estructura 'amateur' que tiene el ínfimo presupuesto de 80.000 euros (el salario mínimo en Segunda, y que solo se cumple de forma extraordinaria con Sadiku en el Málaga), supuso un lunar histórico que la afición malaguista no quiso pasar por alto. Y eso que el encuentro no pudo seguirse en directo por televisión... Pero las crónicas y los resúmenes de vídeo fueron suficientes.
El Málaga hizo todo lo contrario a lo que su entrenador, Víctor Sánchez del Amo, prometió antes de emprender el viaje. «Debemos demostrar nuestra mejor categoría, por el prestigio profesional y por el escudo que llevamos». Fue justo lo opuesto. La imagen fue pésima y, además de los errores que precedieron los dos goles del rival, volvió a dejar en evidencia el problema para generar fútbol: el equipo no realizó ni un disparo entre los tres palos. Una grave inoperancia a la que los blanquiazules asisten con pasmosa resignación.
Al Málaga le sacaron sus vergüenzas, pero parece que eso sólo se vio desde fuera. Porque el discurso desde dentro fue de una frialdad inoportuna. Imprecisa. Todo el malaguismo estaba de acuerdo en que la importancia de la Copa era relativa, pero no entraba en ningún plan la idea de salir ridiculizado del coqueto Eusebio Arce del Escobedo, un equipo donde sus jugadores trabajaron durante el día mientras que los malaguistas se entretenían con el juego de la gallinita ciega en el hotel. Una comparativa que sólo sirve para contrastar la vida de un jugador aficionado y de un profesional. Nada más. Pero torpedea muchos de los argumentos vertidos principalmente por el entrenador del Málaga, Víctor, al que, siendo justos, habría que considerar como el representante de un cuerpo técnico al completo, como siempre recuerda. Para bien o para mal.
Las palabras del técnico madrileño, al que se le reconoce su capacidad de gestión de grupo ante las numerosas adversidades de este curso (como reducir al máximo las incidencias tras la salida forzosa de Okazaki o no tener inscritos a José Rodríguez, Mula e Iván), sirvieron para evidenciar la confusión de conceptos que impera entre el seno de la plantilla (y su entorno) y el resto del malaguismo. Este sabe que este Málaga no es el de la Champions y que está herido por la mala gestión de sus administradores, pero tampoco creen que en una plantilla con hasta nueve jugadores que estuvieron en Primera de blanquiazul y otros fichajes de calado como Dani Pacheco, Renato o Munir no conserven suficiente nivel como para aspirar a algo más que pelear por el descenso cada semana. No es la primera vez que desde dentro del club se habla de la permanencia como único objetivo, y suficiente.
Pero el martes pasado Víctor pasó directamente a hablar de «superviviencia», en el contexto de que la Liga era la «auténtica realidad» y donde deben «centrar todos los esfuerzos». Y eso refleja un listón muy bajo en las aspiraciones del actual Málaga. «A los jugadores no les ponemos un pero, lo han intentando. No es fácil jugar en estas circustancias». Así intentó defender el papel de los suyos Víctor en una declaraciones que fueron recibidas con una mezcla de incredulidad e indignación.
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Borja Gutiérrez
Faltó autocrítica y sobraron paños calientes en esa comparecencia. Porque la coyuntura económica del club está condicionando el aspecto deportivo, pero el eterno sermón de que el Málaga sólo tiene 17 futbolistas (como problema propio) y no puede usar más canteranos (un problema de todos los equipos) se ha convertido en un mensaje inquietante.
Porque hablar de 'fair play' financiero con los datos económicos antes descritos es sencillamente sonrojante. Sobre todo, porque aunque los problemas de tesorería amenazan al club, no deberían ser utilizados como escudo de la deriva del equipo cuando (faltaría más y ojalá no ocurra) todos los integrantes de la plantilla deportiva (contando cuerpo técnico y agregados) siguen recibiendo los emolumentos de sus contratos de forma religiosa.
Al día; es decir, no hay impagos. Y el equipo viaja en avión y descansa fuera de casa cuando corresponde. Por eso la exigencia sigue siendo máxima y el Málaga no debería (más en su posición clasificatoria) contentarse con un punto en Extremadura. Aligeró Víctor al pasar de puntillas por la derrota ante el Escobedo. «Ya ha terminado», se apuró a valorar. Pero la afición se encargó ayer de recordarle que esto no es normal y que se trata de un gran fracaso, sobre todo de prestigio y amor propio.
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Borja Gutiérrez
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Ignacio Lillo | Málaga
Nuria Triguero | Málaga
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