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Cuatro años después, otra vez en Viernes Santo, otra vez frente a un rival que viste de amarillo, otra vez a domicilio… pero en circunstancias opuestas. Si en 2019 el Málaga buscaba un triunfo en Alcorcón para fortalecerse con vistas a sus aspiraciones de acceder ... a los 'play-off' de ascenso, esta vez sólo le vale ganar para mantener un hilo de vida en Segunda (no más), en un amago de resurrección que evite el descenso virtual. Porque, independientemente de los resultados que obtengan sus rivales directos, las cuentas ya no saldrían: se requeriría casi un pleno de puntos en las siete últimas jornadas para no caer a la 'Segunda B de Rubiales'. En el estadio de La Cerámica, escenario bajo la denominación de El Madrigal de aquella victoria que abrió las puertas al primer y único título blanquiazul de su historia (la Intertoto, hace 20 temporadas), no espera hoy el Villarreal, sino su filial, ya casi salvado.
Asoman demasiadas paradojas en torno a este cara o cruz definitivo para el Málaga (21.00 horas, LaLiga SmartBank TV). De Villarreal llegó a golpe de talonario Cazorla, el fichaje que mejor reflejó el espejismo de un proyecto faraónico sin cimientos: en menos de un año se pasó de sembrar el pánico entre los equipos de la segunda línea en la élite con esta incorporación, el broche a una plantilla descomunal (los Atlético, Valencia, Sevilla y Villarreal) a suplicar al Arsenal por su traspaso. Y en Villarreal, en su filial, purga en el ostracismo Ontiveros, el futbolista que mejor ha sabido rentabilizar media docena de partidos, el primero aquel Viernes Santo en Alcorcón. Además, poco o nada ha cambiado respecto al duelo de la primera vuelta, aquel en el que el estreno de Pepe Mel en el banquillo tampoco deparó ese cambio de rumbo que en casi ocho meses nunca ha llegado a producirse.
Las cuentas son irrefutables. Y no es cuestión exclusivamente de que las manejadas internamente obliguen a ganar esta noche. SUR desvelaba ayer que el objetivo pasaba por sumar seis puntos ante el Andorra, el Villarreal B y el Cartagena, así que ahora toca hacer pleno en los dos compromisos en nueve días. Sencillamente, si el Málaga no vence hoy, la permanencia pasará por firmar casi un pleno en los siete encuentros restantes. La desventaja ya no es sólo enorme respecto al decimoctavo, el Racing de José Alberto (ocho puntos más el 'goal average' particular perdido), sino también muy llamativa con el cuarto por la cola, la Ponferradina (por mucho que aún quede el duelo directo en El Toralín). Es lógico que muy pocos mantengan la esperanza.
Para ganar, en cualquier partido, la principal premisa es obviamente tirar entre los palos. Pero con o sin extremos, con mayor o menor volumen de centros desde las bandas, con un punta o con dos, con un sistema u otro, ese mal endémico que el Málaga ha arrastrado toda la temporada también quedó patente en Andorra. En casi cien minutos el balance fue deprimente: dos remates altos en sendos córners (de Chavarría y Lago Junior), un tiro de Ramón al lateral de la red con nula convicción y un par de plácidas intervenciones del guardameta Ratti en acciones de Álex Calvo sin el más mínimo peligro.
En realidad, a estas alturas ni importan los posibles cambios en la alineación. O que Pellicer opte por uno u otro planteamiento y hasta que el técnico recupere o pierda a algún efectivo. Y mucho menos que N'Diaye, esa sombra de lo que fue, se quede en casa por una fascitis plantar. No es cuestión de nombres, sino de subsanar demasiadas carencias, futbolísticas y extrafutbolísticas, en un equipo que únicamente ha ganado seis partidos, los mismos que necesita (al menos) en el último mes y medio de competición.
Y hasta da igual quien juegue en el Villarreal B. Porque el filial amarillo, igual que el Andorra, es un equipo sin nombres destacados y que simplemente ha sabido reaccionar cuando tocaba. Después de tres derrotas seguidas que fomentaron ciertas dudas se ha hecho fuerte en casa: tres victorias y un empate para dejar casi solventada la permanencia con sus 46 puntos. Cuatro años después, el Málaga vuelve a jugar en Viernes Santo para ofrecer un amago de resurrección (no más) o para verse abocado al descenso casi definitivamente (o sin casi).
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