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Cuando uno de los mejores centrales de la historia del Málaga, Weligton, llegó en 2007 a La Rosaleda, con el equipo en Segunda –procedente de la Primera División suiza y tras rechazar ofertas mejores de otros países–, recalcó sobre su decisión: «A veces en la ... vida es necesario dar un paso hacia atrás para dar dos hacia adelante». La previsión del mariscal brasileño, que se cumplió con creces, casa a la perfección con la situación actual del cuadro blanquiazul, esperanzado en que el gigantesco paso atrás ante Las Palmas permita un avance casi definitivo, primero con el triunfo en Miranda de Ebro y después esta tarde, a las 16.15 horas (Movistar LaLiga Smartbank), con el impulso necesario gracias a un triunfo frente al Albacete. Y para ello se requiere una premisa fundamental: la mejoría como bloque, con un dispositivo de contención más férreo, sin escalonamiento en las piezas defensivas, sin flaquezas en las bandas.
El reto de crecer como equipo y como grupo (el reto expuesto por Pablo Guede minutos después de la victoria en Anduva hace ocho días) pasa obligatoriamente por pulir todos los defectos defensivos. Que no parecen pocos. Tan incuestionable es la pegada del Málaga –con pocos rivales a su nivel dentro de la categoría– como la facilidad con la que los tres adversarios a los que se ha medido hasta ahora, Mirandés incluido, han sorprendido por la espalda a la cobertura, han encontrado resquicios por dentro o han dispuesto de cómodos centros al área. En el último compromiso el equipo generó casi una veintena de ocasiones, pero facilitó una cifra similar de llegadas por parte del contrario.
Y ese ansiado crecimiento como colectivo, dentro y fuera del terreno de juego, va a depender de una prueba nada cómoda que deberá superar esta tarde. Rubén Albés ha conseguido en mes y medio que el Albacete se asemeje a su Lugo del último año y poco, un equipo que destaca precisamente por sus rápidas transiciones y que no desperdicia los espacios concedidos por su rival. Otra cuestión es que esta tarde se empequeñezca por la presión blanquiazul y, cómo no, por el empuje de la afición malaguista. Porque tampoco esta, aburrida (casi hastiada) por la interminable racha sin ver ganar al equipo en Martiricos –trece partidos consecutivos, desde el 20 de noviembre–, pide exquisiteces. Simplemente reclama un triunfo para mantener la confianza, incluso la ilusión en un objetivo mayor..
Bien se podría recurrir al tópico de que el triunfo a domicilio hay que hacerlo bueno con el refrendo de otro en casa, pero en realidad esta tarde la necesidad va más allá. El zarandeo al que el Málaga se vio sometido por Las Palmas dejó un poso de frustración, pero también de desconfianza en la figura del entrenador por parte de una gran parte de la afición. En Miranda de Ebro Guede trató de olvidar ciertos experimentos con la presencia de salida de un 'doble pivote' (Genaro-Escassi) y con algunos ajustes en el afán por «simplificar las cosas» (como él y Bustinza habían apuntado como solución imprescindible a corto plazo), pero sobre todo se avanzó en dos aspectos cruciales para el exdelantero blanquiazul: la eficacia de la presión alta (así nació el 0-1) y la posesión de la pelota.
Con uno u otro sistema (tres o cuatro atrás), con una u otra distribución sobre el campo (básicamente, las funciones de los centrocampistas), el Málaga va a toparse con un rival que, si es necesario, se protege si es necesario con un quinto defensa (Olaetxea, en aquel papel que tan bien desempeñaba 'Gato' Romero en la etapa de Peiró) y que al mismo tiempo aprovecha el juego interior de Riki, Maikel Mesa y Manu Fuster o la movilidad arriba de Juanma e Higinio para triangular con celeridad y llegar arriba con varias opciones de remate. El equipo de Guede también deberá evitar los centros del lateral derecho, Álvaro Rodríguez (ya se sabe que sin extremos se sufre más), y regalar acciones a balón parado (el déficit de concentración en las marcas ha sido alto y además el cuadro manchego cuenta con un lanzador de nivel como Maikel Mesa).
Frente a esas virtudes del adversario toca mejorar considerablemente en la contención, porque en ataque no hay color: el Málaga es muy superior. Pero corregir los errores defensivos siempre permite suplir el atasco de ideas o una mala tarde arriba. El crecimiento como bloque y como equipo, tan deseado en el vestuario, pasa por tomar un impulso definitivo. Sólo las victorias generan confianza y convicción.
Nadie termina de explicarse que el Málaga-Albacete se haya fijado a las cuatro y cuarto de la tarde un 4 de septiembre. Las decisiones de LaLiga en materia de horarios siempre resultan desconcertantes. De un lado no anuncian los de toda la temporada como sucede, por ejemplo, en la Premier League (como si no se supiera de antemano el calendario de fechas de todas las competiciones), pero por otro se apresura a adelantarlos con demasiada antelación todavía en etapa veraniega.
No es necesario recurrir a un análisis histórico de los datos para conocer que en Málaga la temperatura es aún alta en la primera semana de septiembre –con el cambio climático incluso todo el mes y parte de octubre–, así que resulta si cabe más inexplicable que el encuentro de hoy sea el primero del programa de tarde en Segunda.
A las 14.00 horas comienza el Andorra-Granada, y a las 18.30 se disputan los partidos en Burgos y Huesca, donde por norma general la temperatura nada tiene que ver con la habitual en la capital de la Costa del Sol. A las cuatro de la tarde la previsión de la AEMET apunta a un calor insoportable, nada menos que 33 grados. Pese a ello, LaLiga en ningún momento se ha planteado el cambio durante la semana. Es evidente que su prioridad era el cierre del mercado...
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