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En Lugo comenzó el camino del ansiado retorno a Primera que no llegó a producirse y en Lugo arranca este domingo a la hora del almuerzo (14.00 horas) el trayecto hacia una soñada permanencia que ahora sí puede producirse. Allí, en el Anxo Carro, ... donde se produjo su última remontada a domicilio –hace más de cuatro años y ocho meses–, el Málaga afronta la enésima reválida con el aliciente añadido de que se trata de una extraordinaria oportunidad para meter presión a su rival hoy por hoy más directo (el Racing, que después recibe al Granada) y rozar también los 40 puntos. Y no es este un detalle menor porque ya no sería tan descabellado alcanzar el medio centenar con cinco jornadas aún por delante.
Más de 400 malaguistas van a dar un toque blanquiazul a un recinto que no está llamado últimamente a registrar sus mejores galas. El Lugo está desahuciado (a 14 puntos de la permanencia con los últimos 18 en juego) y ha sufrido en la segunda vuelta ese desplome tan habitual en esta categoría, si bien desde la décima jornada casi siempre ha ocupado plaza entre los cuatro peores. Su crisis se ha acentuado una vez superado el ecuador del campeonato, sin triunfos, con seis puntos sumados y cuatro goles marcados, pero también víctima de la marcha de su único futbolista de cierto nivel, Chris Ramos (precisamente al equipo de su tierra, el Cádiz).
Frente a un rival a la deriva, el Málaga está más obligado que nunca a no fallar. Y pese a que gana casi siempre de forma agónica –la excepción pudo ser frente al cuadro lucense, pero los insólitos experimentos de Pepe Mel redujeron el 3-0 a un asfixiante 3-2–, nadie puede discutir que ahora el viento sopla a favor. Al fin, tras una eterna espera, se han producido dos victorias consecutivas y, quiérase o no, el aspecto anímico debe influir notoriamente.
Del descenso casi garantizado tras la derrota en Andorra se ha pasado a un escenario esperanzador pese a que equipos como el Oviedo, el Leganés, el Mirandés y el Sporting han fallado muy poco últimamente y se mantienen nueve o diez puntos por encima. Pero es lo que sucede al obtener dos triunfos seguidos: un equipo se resetea, olvida las excusas, ofrece una mejoría merced a cierta convicción y hasta los pequeños detalles que antes jugaban en contra ahora resultan beneficiosos. Por no hablar de que también se apresuran a sumar futbolistas casi desaparecidos u otros que suelen rendir mejor a favor de corriente.
El Málaga debe cumplir su parte para aguardar luego un regalo del Granada en Santander o incluso un tropiezo del Mirandés en su feudo. Y es cierto que no depende de sí mismo, pero con un triunfo en Lugo y la confirmación de una nueva dinámica, esa que nunca llego en casi ocho meses de eterna espera, los rivales captarán el mensaje de que el equipo blanquiazul ha renacido y va a apretar hasta el último instante para evitar el descalabro.
Para ello, Pellicer parece haber encontrado un modelo definido en el que, más allá de las consabidas limitaciones, todos se sienten a gusto. Como ya ocurrió hace dos años con aquel 4-1-4-1. Porque si el Málaga refrenda su mejoría, habrá pelea hasta el 28 de mayo. Que nadie lo dude.
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