Una presión exagerada

Hoy día mucha gente, una gran mayoría, acude a los partidos más interesados por los comentarios y debates generados durante semana que por lo que van a ver. Y es que el mundo del fútbol, sobre todo en el nuestro, que es el que nos afecta, está convulsionado con demasiado frentes abiertos y algunos de difícil solución. El básico y origen de los demás es que la Federación Española se mantenga sin presidente, con el parón que eso supone en la toma de decisiones y en la imagen cara al mundo. Los futbolistas se rebelan y amenazan con una huelga, la selección se pone en entredicho y se cuestiona su supremacía ante los clubes; además, que si la sanción al Atlético, que si Mbappé y su escapada a Estocolmo...

Y mientras tanto, fútbol a toda pastilla. Acabado el parón, volvió la Liga con resultados desiguales y más lesionados, que caen a pares como el domingo el Sevilla en su encuentro con el goleador Barcelona y con varios jugadores entre algodones, porque la Champions está al acecho; mañana mismo el Bayern. Y me estoy refiriendo sólo a los grandes, que la casi totalidad de los equipos tienen problemas o torneos a los que atender. Vamos, un gran lío y la casa (la Federación) sin barrer. Por eso digo al principio que echo de menos el fútbol de antaño. Todo era más sencillo, más verdad, más auténtico. Lo de hoy, está claro, es más grandioso, un gran espectáculo, pero la esencia del fútbol se diluye entre los millones de euros que sobrevuelan este mundo tan apasionante.