Hay empates que saben a victoria, y otros, a derrota. El obtenido ayer en Las Palmas podría haberse encuadrado en el primer apartado durante más ... de una hora porque Munir sostuvo a un equipo sin la contundencia necesaria y que llegaba tarde a la pelota con demasiada frecuencia. Sin embargo, paradójicamente, tras el gol de Lombán el Málaga fue el claro dominador y el que buscó más el triunfo, con empaque y personalidad. Lástima que faltara una pizca más de calidad para desnivelar la balanza con la resolución adecuada en los aledaños del área rival.
Los dos goles llegaron de estrategia, en sendos córners. El Málaga repitió éxito con Lombán, como sucedió ante el Racing -esta vez el lanzador fue Dani Pacheco-, pero también concedió una ventaja clara en un saque de esquina. Frente al conjunto cántabro Barral pudo meter el miedo en el cuerpo al malaguismo, pero cometió un clamoroso error en el minuto 87. Ayer, en el tanto local, Curbelo entró desde atrás sin apenas vigilancia. La pizarra funciona en ataque, pero en defensa es obligado corregir tanto regalo.
El Málaga no funcionó en la primera mitad. Y conste que el equipo mostró la misma actitud de los dos últimos partidos. No obstante, Las Palmas juega muy bien entre líneas y ahí sí costó tapar más los huecos. La baja de Adrián llevó a Pellicer a apostar por la pareja Keidi-Luis Muñoz y dio la impresión de que, además de no compenetrarse, incluso se estorbaban. Al malagueño se le vio más suelto en cuanto el albanés fue sustituido. Por cierto, lo hizo con un enfado monumental cuando en realidad regaló una amarilla y estuvo muy lejos de lo que debe mostrar en la contención.
El obstáculo con las fichas no profesionales hizo que Hicham fuera el sacrificado. Su entrada vino a reactivar al equipo en el tramo final, aunque en un elevado porcentaje de las jugadas le sobra un control o un regate. Pero en un Málaga como este con tan poco gol (ay, Sadiku, ¿cuándo vas a atinar?) es vital tener futbolistas que, como el marroquí, hacen recular a la defensa contraria.
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