Cambio de rumbo, de tendencia, de dinámica... Da igual la expresión, porque la prioridad para el Málaga es un triunfo. Sin más. Por lo civil ... o por lo criminal, como diría Luis Aragonés. Con más o menos méritos. Como en Zaragoza, con un fútbol convincente; como en Alcorcón, en la última jugada, o como en casa frente al Sporting, con enorme sufrimiento hasta el pitido final. El equipo de Pellicer necesita ganar porque, más allá de que sea imprescindible truncar la nefasta racha en casa –no lo hace desde la cita frente al cuadro gijonés, mañana harían ya cuatro meses–, otro traspié implicaría más ansiedad, más dudas y más zozobra en el capítulo anímico. Pero también certificar que el despegue de los 30 puntos para no verse amenazado por la zona de peligro no se consuma.
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El Málaga vuelve a La Rosaleda, estadio maldito esta temporada, para recibir a un firme aspirante a los 'play-off' de ascenso, el Rayo, a las nueve de la noche (en directo por Gol y Movistar LaLiga3). Huérfano de su afición, arrastra un sinfín de decepciones frente a equipos de distinto pelaje, desde el más poderoso del campeonato (el Espanyol) a recién ascendidos (el Logroñés o el Cartagena). A estas alturas, con nueve partidos ligueros consecutivos sin vencer en Martiricos –de no hacerlo hoy, batiría un récord negativo en toda su historia en todas las categorías–, parece evidente que no puede incurrir de nuevo en el mismo error. Limitaciones en calidad y talento al margen, es obvio que la principal rémora ha sido el empeño en afrontar los partidos en casa con una mentalidad diferente a la exhibida en domicilio.
Por encima de todo, el Málaga necesita ser más sólido como equipo. Y vistas las reiteradas experiencias negativas como local, eso pasa inexcusablemente por no ofrecer la sensación de grupo deslavazado, con fisuras e incapaz de ser eficaz en la presión y la contención, aspectos vitales para que la defensa no sufra en demasía. Jugar como si la cita fuera a domicilio, tratando de mantener el control sin buscar la posesión, es más factible en estos tiempos de ausencia de público en la grada, sin el temor al qué dirán.
Porque el conjunto blanquiazul no es un dechado de virtudes ofensivas, pero, por ejemplo, ha marcado en más jornadas que su rival de esta noche (18 frente a 16). La diferencia se centra en que al Málaga le cuesta hacer más de un gol mientras que el Rayo es el polo opuesto (en once de esas 16 ocasiones materializó al menos dos tantos). La conclusión es sencilla: más que nunca será imprescindible cumplir el objetivo de mantener la puerta a cero, algo que, dicho sea, de paso, únicamente ha conseguido en cuatro de sus 18 últimos partidos. Y resulta significativo que tres de ellos se disputaron a domicilio (en Gerona, Fuenlabrada y Alcorcón) mientras que el único en casa fue contra el Logroñés, precisamente cuando hubo que mantenerse replegado durante casi una hora por la inferioridad numérica tras la expulsión de Rahmani.
Parece, por tanto, que el éxito del Málaga en este nuevo compromiso en La Rosaleda no va a depender tanto del sistema o de los jugadores elegidos como de la mentalidad del equipo y del estilo. De mostrarse poco compacto y de dejar espacios por dentro o por las bandas, tendrá pocas opciones frente a un rival que los aprovecha al máximo para rentabilizar la verticalidad de sus elementos. Además, al contrario que el conjunto blanquiazul (con una dependencia extrema de determinados futbolistas en ataque), el Rayo ofrece un detalle inusual: sus diez últimos goles tienen la autoría de jugadores distintos, entre ellos los malagueños Antoñín y Pozo. Es decir, las precauciones deberán ser similares a las de hace una semana en El Molínón, ante un adversario que no priorizaba la posesión de la pelota.
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La teoría parece sencilla para superar a un rival instalado en los 'play-off', pero el Málaga deberá estar concentrado de principio a fin. Porque si ha pagado con creces los arranques dubitativos, encima el peligro del Rayo se mantiene hasta el último instante (que le pregunten al Espanyol). La prioridad esta noche es un triunfo. Sin más. Por lo civil o por lo criminal. Y con más o menos méritos.
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