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De momento Pepe Mel es intocable para los dirigentes y también para un amplio sector de la afición, pero el técnico madrileño ya no encuentra la solución. Cuatro meses después de su llegada, el Málaga no ha variado su estilo previsible, apenas mejora en casi ... todas las facetas del juego y el balance numérico es demoledor. Además, sin olvidar que el técnico primero pidió un mes de margen tras la derrota en Leganés, puso después como objetivo salir del descenso cuando llegara el parón navideño y finalmente lo fijó al final de enero. Salvo milagro, el tercer plazo tampoco se cumplirá.
El Málaga vuelve a estar a cinco puntos de la permanencia –igual que antes del último partido del pasado año– y ahora va a necesitar tres victorias consecutivas para tener opciones de salir del descenso. Es decir, precisamente las mismas que lleva Mel en su etapa al frente del equipo tras 17 jornadas. De este modo, el madrileño se acerca al porcentaje de triunfos que obtuvo su antecesor, Pablo Guede, en su efímero ciclo esta temporada (uno en seis encuentros). Pero, incluso, comparativamente el panorama del equipo es peor que tras la renuncia del exdelantero (que no destitución, porque ni José María Muñoz ni Manolo Gaspar fueron capaces de tomar la decisión). Entonces, era penúltimo, como ahora, y se encontraba a cuatro puntos de la permanencia mientras que en la actualidad vuelve a estar a cinco.
Mel puede esgrimir como argumento que en su etapa el Málaga sí cuenta con mejor promedio de puntos por partido –exactamente uno–, pero, ¿es suficiente? La sensación que ha trasladado su equipo es que, salvo en ocasiones puntuales, apenas se le ha visto ambición. En una situación que obliga a salir a ganar –como por ejemplo hace el Racing desde la llegada de José Alberto–, la dinámica habitual ha consistido más en tratar (sin éxito) de fortalecerse defensivamente que en buscar el triunfo desde el primer minuto con convicción. Empatar podía sonarle bien al aficionado hace dos meses porque equivalía a puntuar, a no perder y a soñar con un crecimiento a corto plazo, pero hoy por hoy sólo vale, como diría Luis Aragonés, ganar, ganar y volver a ganar. Efectivamente, sólo se han producido dos derrotas en los últimos nueve encuentros, pero a cambio se han sucedido las igualadas. Y punto a punto no se cumplen los objetivos.
El Málaga no despega ni en ataque ni en defensa. El afán por mantener la puerta a cero, otro objetivo imprescindible desde primera hora y que claramente ha condicionado esa mentalidad escasamente ambiciosa, tampoco ha dado sus frutos en la 'era Mel': sólo cuatro veces sin encajar gol en los 17 partidos. ¿Y en ataque? Tampoco ha variado en exceso el escenario. Las oportunidades claras escasean, Rubén Castro se mantiene como un islote (sus dos últimos goles, contra el Granada y el Alavés, se los fabricó él, con sendos tiros desde fuera del área) y, lo más llamativo, en esta etapa sólo en una ocasión marcó más de un tanto. Fue contra el Lugo, por 3-2, y por cierto en una pésima gestión de los últimos minutos por parte del entrenador.
Porque, más allá de que con Mel el Málaga no haya marcado en más de un tercio de los 17 partidos y de que su promedio goleador sea tan bajo (producto de que sólo se han marcado 13 tantos e inferior a la etapa de Guede), los síntomas no transmiten mejoría. El equipo sigue empeñado en un 'tiki-taka de marca blanca', con un abuso del fútbol por dentro e interminables toques en corto que no sirven para superar líneas. Y es cierto que la escasez de jugadores de banda ha pasado factura, pero tampoco se han buscado fórmulas para tratar de crear situaciones de superioridad en las alas. Igual que tampoco se logró recuperar a Juanfran en el lateral derecho ni se ha introducido algún matiz táctico para que Javi Jiménez, que si acaso es más tenaz en ataque en defensa, pueda intimidar más en ataque. El lateral izquierdo es posiblemente el futbolista profesional del plantel más rápido hasta la llegada de Lago Junior y Appiah, aunque en los pulsómetros destaque Febas. Encima, piezas como Fran Villalba, Jozabed, Febas o en su momento Álex Gallar mantienen su rol en el equipo pese a que, salvo un poco Febas, parecen tener pánico a pisar el área.
Si no se ha producido mejoría en ataque, ¿al menos se ha visto en defensa? El gol de la derrota en Eibar, como los dos encajados en Tarragona en la Copa y tantas otras jugadas, refleja que el equipo sigue tan vulnerable como siempre a balón parado (por no hablar en ataque). Pero además el equipo sigue concediendo centros, no tiene solidez o la pierde con un simple movimiento del contrario, regala goles con una facilidad pasmosa (fruto de errores individuales, es cierto, pero también de falta de cohesión) y ha salvado puntos en este periodo básicamente por la aparición del guardameta Rubén Yáñez.
Además, de un tiempo a esta parte el Málaga también sufre otro problema con Mel: cuando toma decisiones tácticas no acierta (como en el flagrante error del descanso frente al Tenerife) y cuando se requiere un cambio de este tipo no se produce (en Eibar las sustituciones fueron tardías y no sirvieron más que para variar una pieza por otra). Pero también chirrió que Delmás (teórico refuerzo invernal) siguiera como suplente del nada ofensivo Ramalho, que jugara como titular N'Diaye (en un estado físico impropio de un profesional), que no tuviera un solo minuto Cristian (el extremo que le había sacado las castañas del fuego a Mel más de una vez) y, sobre todo, que Lago Junior no saliera como titular (como si se necesitara diez entrenamientos para comprobar que es, de largo, más vertical que el resto) o que Appiah tuviera más minutos en un equipo carente de profundidad. Y una última cuestión: muy pocos jugadores –si acaso Fran Villalba, que se alimenta a base de destellos– han mejorado con el técnico actual. En realidad el 'efecto Mel' nunca ha existido. A ver si con los refuerzos (si juegan)...
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