La decisión de ir a Almería de no pocos grupos de amigos se vio truncada por las previsiones de la Aemet. No están las cosas ... para hacer caso omiso a las alertas, y no pocos cambiaron la presencia en aquellos lares por sentarse ante un televisor... Desde la noche de Tarragona no se había visto chillar, sufrir y disfrutar tanto en un partido del Málaga CF como en el partido de hace unas horas en Almería, con un final feliz, porque la referida justicia divina puso a cada uno en su sitio. La vergonzante actitud local de no devolver la pelota al Málaga tras una jugada en la que Baturina había quedado lesionado, acabó con uno de esos penaltis que nunca se suelen pitar porque los hay por decenas cada encuentro. Al borde del pitido final, los de Pellicer estaban a punto de lograr un valioso, justo y épico empate tras ir perdiendo 2-0. Cual ave fénix, los blanquiazules resurgieron y de la mano (mejor del zapatazo) de Dani Sánchez y la determinación de Antoñito Cordero, que puso una 'marcha más' en el equipo desde su salida, se había conseguido lo que parecía imposible: empatar. Delante de los televisores, los gritos malaguistas resonaban casi como en la mítica noche catalana... Una extraña jugada nos podía derrotar, un penalti surgido de una antideportiva acción local. Luis Suárez coge la pelota, y desde una terraza se oyó un grito: «La justicia divina tiene que ayudarnos»... Complicado, ¿no?, porque el cielo tiene ahora mismo mucho trabajo como para 'entretenerse' con una pelota. Unos cerraron los ojos, otros medio rezaban, otros lamentaban la mala suerte... Y entonces el penalti se fue a las nubes, para jolgorio de los malaguistas, aquí, allí y en Berlín, donde empieza en horas la ITB. Fue un empate épico, de la mano de un Antoñito Cordero que se nos va a ir por culpa de quienes todos sabemos, pero que aún sigue marcando los momentos más felices del malaguismo. Fue un gran segundo tiempo malaguista, con un triunfo para Pellicer por los cambios. El Málaga sumó un punto de oro por cómo lo logró, porque el fútbol también es justo.

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