Triunfo épico

El Palco 17 de hoy se podía titular de varias formas, pero todas acaban en el definitivamente elegido: triunfo épico. Y ha sido así porque, por muchos motivos, estos tres puntos, esta primera victoria del Málaga en su retorno al fútbol profesional han estado rodeados ... de numerosas circunstancias, las mismas que hacen grande al fútbol. Hay que decir para empezar que el Málaga comenzó un equipo titular formado por 10 jugadores de la pasada campaña en Primer Federación. Sólo Álex Pastor entró en el 11 del grupo de fichajes, pero duró poco porque una entrada a destiempo lo mandó a la caseta también a destiempo. Con uno menos, con 52 minutos por delante, la cosa se presentaba peor que regular, y eso que el magnífico gol de Dioni no sólo había apagado la euforia manchega tras el 0-1, sino que le había dado alas a los locales a los que súbitamente se las cortaron... ¿Se las cortaron? Para aquellos que dicen que Pellicer es 'amarrategui', el técnico local dio ayer una exhibición de planteamiento jugando con 10 y estuvo muy acertado con los cambios. Junto a esto, el esfuerzo sin tregua de un equipo que tiene ganas, un Málaga que tiene carencias pero las suple con garra y corazón, y además con alma. Y alma es lo que tiene Cordero, Antoñito para todos, a quien inexplicablemente los actuales dirigentes temporales del club no han renovado aún, que con sus 17 años, se revistió de la experiencia que no tiene y en el minuto 92 marcó el gol de una victoria épica e inesperada, pero trabajada, fruto de un penalti sobre Gabilondo, con la interrogante VAR incluida, que sirvió para tres puntos de oro. Contra viento y marea ganó un Málaga que tiene fallos, que tiene vacíos, pero al que no le falta, todo lo contrario, espíritu y fe. La misma que valió en Tarragona para ascender. La fe que tuvo Herrero, otra vez san Alfonso, para detener un penalti a lo panenka que había cometido Galilea. Y así, con idas y venidas, con el corazón en un puño, con toda la sal del fútbol, el Málaga consiguió un gran triunfo ante su grandiosa afición que enloqueció tras el pitido final.