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Ya lo advirtió Sergio Pellicer en vísperas del estreno en Tenerife. «La Liga va a ser una montaña rusa de sensaciones», proclamó el castellonense. El Málaga ya lo ha vivido en sus carnes: de ofrecer un debut decepcionante en Tenerife pasó a disparar ... la ilusión del entorno (con dos triunfos a base de solidez y eficacia) para volver a las andadas el pasado fin de semana con un sonoro batacazo en Vallecas. Esto es la Segunda División, sin favoritos ni concesiones, y el equipo blanquiazul está obligado a pasar página y a recuperar su identidad –que pasa inevitablemente por rescatar el equilibrio exhibido contra el Castellón y el Alcorcón– para superar esta tarde al imprevisible Las Palmas en La Rosaleda (16.00 horas, emitido por Vamos).
Desde que accedió al cargo, Pellicer ha debido ejercer a partes iguales de psicólogo y de entrenador. No le quedaba otra en la comprometida segunda vuelta de la campaña anterior y tampoco le ha quedado otra en los primeros pasos de un nuevo ejercicio lastrado por la excesiva demora en la planificación y la consabida limitación de efectivos profesionales. Y esta semana, cuando ya la plantilla ha estado al completo –numéricamente, que no en la práctica, porque el malagueño Joaquín ha llegado lesionado–, ha tocado resetear al grupo. No existe margen para lamerse las heridas tras el 4-0 frente al Rayo y se requiere mirar hacia adelante sin el más mínimo titubeo y con la máxima convicción.
A las carencias ofensivas detectadas desde el principio, con dos goles en un disparo y 'medio' –seamos generosos con el derechazo de Ramón con el exterior en Castalia–, se sumó en Vallecas un preocupante paso atrás en la 'pócima mágica' del Málaga, esa solidez derivada del esfuerzo colectivo, la concentración y las continuas coberturas para evitar el más mínimo resquicio. A estas alturas, y pese a llevarse un solo mes de competición, es irrefutable que el éxito del equipo dependerá de dejar su puerta a cero, de buscar triunfos por la mínima, de evitar el correcalles y el intercambio de golpes. A menos, claro está, que a medio plazo encuentre en ataque su particular 'fórmula de la Coca-Cola'. Frente al Rayo el conjunto de Pellicer se desmadejó en cuanto se vio con el marcador en contra y tuvo que abrirse en canal para tratar de equilibrar la balanza.
En ello, en repasar los conceptos defensivos, ha debido afanarse el Málaga ante el quinto compromiso liguero, precisamente frente a un adversario que alterna luces y sombras y que es tan capaz de ver puerta con suma facilidad como de ser un castillo de arena en defensa. Es decir, la receta para triunfar esta tarde parece sencilla: mantener la portería a cero y tratar de aprovechar algún síntoma de fragilidad en el cuadro grancanario.
Desde luego, mucho ha cambiado el panorama para ambos clubes desde su descenso de Primera. Porque si el Málaga ha debido reinventarse, ERE a los jugadores incluido, Las Palmas también ha pasado por diversas vicisitudes que lo han obligado a olvidarse de ciertos aires de grandeza, a recuperar de verdad la apuesta por la cantera y a buscar una nueva columna vertebral (con el central Cardona, el medio Loiodice y el ariete Iemmello) tras la marcha de varios futbolistas, especialmente Rubén Castro. Hasta hizo un amago durante unas horas de aplicar un ERTE al portero Raúl y al centrocampista Christian Rivera.
Claro que mientras Las Palmas mantendrá el sello habitual desde la llegada de Pepe Mel, como un equipo con excesivos altibajos, el Málaga debe recuperar hoy su 'libro de estilo'. Pellicer sigue sin poder contar con Lombán o Hicham, a los que se ha sumado Orlando Sá, pero vuelve a disponer de Ismael. Y este simple detalle alimenta la opción de rescatar el sistema con tres centrales para protegerse mejor atrás y tratar de ganar más llegada por fuera con los laterales Calero y Matos. Y también se antoja segura la presencia en la medular de Luis Muñoz. Incluso ha crecido el runrún internamente sobre un posible relevo en la portería, con Soriano por Dani Barrio. Aunque a estas alturas el secreto del éxito del Málaga parece pasar más por una cuestión de identidad que de piezas. Sin equilibrio las posibilidades de triunfo menguan considerablemente. Al menos de momento...
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