El ocaso de los dioses

Y con ese sueño andan ya la mayoría de jugadores (que no de equipos) con ciertas garantías de ser protagonistas en ese espectáculo mundial. Es el caso, entre otros muchos, de Messi y de Ronaldo, que, en horas bajas, no han tenido más obsesión esta temporada que la de jugar en el equipo que sea para no perder el sitio en su respectivas selecciones. En situación similar se hallan algunos otros, como Jordi Alba, Carvajal y Marco Asensio, fijos antes de la llegada de Luis Enrique, ahora en la picota de las dudas y cada uno de ellos con la lógica preocupación de que al final no estén sus nombres en la lista del seleccionador, que, además, pasa de Canales y de Iago Aspas, por los que clama media España, y con razón. Son jugadores con la edad y experiencia ideales para compensar o equilibrar la bisoñez de los barcelonistas convocados. A la vista queda que la transición futbolística está en marcha y el seleccionador no ha dudado en hacerlo en el transcurso de un Mundial.

Lo que no acabo de entender es esa idea de traerse del Reino Unido dos porteros que nadie conoce y militantes en equipos de baja estopa, en tanto que en nuestra Primera Division en cada jornada tres o cuatro guardametas rivalizan con actuaciones espectaculares. Falta poco más de un mes y no podemos imaginar el equipo español que veremos. Lo deseable es que, jueguen los que jueguen, podamos sentirnos orgullosos del papel de la selección española. Lo que sí parece claro es que en adelante no habrá futbolistas con cien o doscientos partidos internacionales. Los dioses empiezan a caer. Y es que los tiempos cambian que es una barbaridad.