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No voy a insistir en la penosa e insufrible situación del Málaga. Ni la del equipo ni la del club. Pero sí es necesario reconocer ... que los males malaguistas arrancaron años atrás y de ahí que tanto tiempo infructuoso haya desembocado en una situación que se antoja irreversible. El mismo inversor que hizo posible el sueño de la Champions dejó el club en un profundo hoyo negro en del que años después no logra salir. Es la ruina que ha dejado en Málaga un jeque de pacotilla al que guía un interés maligno y desafiante. Debe ser el mismo mal pandémico que aqueja al Valencia y otros clubes de Primera y de Segunda que se sienten engañados y alguno hasta estafado.
Mientras tanto, capitales extranjeros invaden nuestro fútbol, cuyo desenlace no promete nada bueno. Y lo que es peor, que esta fiebre inversora empieza a afectar a equipos modestos de la provincia, por la que nos dicen, en el Vélez hay capital sueco, holandés en el Antequera y japonés en el Torremolinos, aunque la sede de esta empresa está en Singapur...
Cosas del fútbol moderno. Y es que la vida ha sufrido y sigue sufriendo. Que el mundo experimenta cambios cada día es preocupante. Que las cosas no son ya como antes no hay quien lo discuta. ¿Para qué seguir? Los atlas que teníamos y estudiábamos en los últimos años del pasado siglo no nos sirven para nada porque muchos de los países se han disgregado y ahora se han multiplicado, como asimismo las fronteras y la misma política. Y si todo ha cambiado es normal que ese cachito de juego y pasión que es el balompié funcione entre la necesidad de modificaciones y la ambición de quienes sólo ven ganancias, no de partidos sino de millones de euros que en el fútbol de hoy parece no tener arreglo porque los máximos rectores del fútbol español y europeo, y hasta mundial, no cejan en sus acciones de exprimir el número de competiciones, lo que supone un mayor incremento en el número de millones a repartir. Si Málaga no se moviliza, todos a una, nos quedaremos de nuevo sin fútbol que ver, como no sea en televisión. Ahora o nunca, que ya es tarde.
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