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Antonio Góngora
Lunes, 10 de abril 2017, 00:03
La situación del Málaga era ya extrema cuando llegó Míchel. La crisis se había apoderado del equipo y la dinámica negativa era ya una triste realidad. La distancia con la zona baja, donde los equipos apenas sumaban, permitía todavía dejar espacio para pensar y buscar ... soluciones sin los agobios de sentirse ya protagonista para el descenso. Pero las semanas transcurrían sin que los resultados llegaran y el calendario conducía a una realidad dramática, a un final agónico. Y la incorporación del nuevo entrenador tampoco encontraba el revulsivo deseado en sus primeros envites. Al técnico le costó, pero un mes después la transformación ya es evidente, y los resultados comienzan a aparecer, y de qué forma.
Míchel se dio cuenta al llegar al Málaga que la situación era más compleja de lo previsto. Su perspectiva desde fuera era distinta a la realidad. Pese a las distancias con el descenso, el cambio de rumbo iba a necesitar mas tiempo de lo que él había pensado. En el primer encuentro se dio cuenta de la debilidad mental del Málaga, que acumulaba errores sorprendentes en jugadores de un nivel teóricamente alto. Tras la derrota el domingo 5 de marzo en San Mamés, la dirección deportiva activó de una forma definitiva la salida de Marcelo Romero. El nuevo técnico afrontó el choque contra el Alavés con apenas tres entrenamientos, y los fantasmas aparecieron y el equipo acabó derrotado. Mal comienzo.
Pero Míchel lo tenía claro desde el comienzo, sabía que debía encontrar soluciones desde una doble vertiente: la deportiva y la mental. El preparador madrileño transmitió sus mensajes con insistencia dentro y fuera del vestuario. Los futbolistas, en general, tenían que espabilar para salir de la dinámica en la que estaban inmersos. Incidió especialmente en la faceta psicológica para animar a la plantilla como primer paso para después desarrollar un mejor juego o simplemente ganar partidos. Tras el fiasco con el Alavés, el Málaga seguramente tocó fondo en la primera parte en Leganés, donde se mostró completamente atascado, sin ideas y ni capacidad de reacción. Aunque mejoró en el segundo tiempo tras la charla de Míchel y consiguió salvar los muebles con un empate de oro ante un rival directísimo en ese momento.
Esa mejoría de Butarque en el final del choque no permitió al Málaga plantarle cara al Atlético después, ya que el conjunto de Diego Simeone ganó en La Rosaleda sin grandes complicaciones. Parecía un paso atrás. La preocupación aumentó de una forma considerable y las distancias con el descenso se reducían hasta los cinco puntos. El técnico restó dramatismo, sin embargo, a la final de El Molinón, que llegaba a continuación, y el equipo se mostró sólido para lograr una victoria casi decisiva para encontrar la tranquilidad. Y el sábado llegó la confirmación del cambio de rumbo de una forma especialmente brillante y ante uno de los grandes del fútbol mundial, el Barcelona.
Míchel, sin duda, ha sido capaz de darle la vuelta al calcetín. La plantilla vuelve a responder al nivel que se esperaba de ella y los futbolistas ya son capaces de desarrollar sus cualidades sin sentirse atenazados. La terapia ha funcionado y el Málaga sigue marcando distancias con el descenso, que pueden ser de 11 puntos si pierde hoy el Sporting (seis de ventaja ya con el Leganés). Y adelanta ya al Betis. Ahora le queda al técnico otra vez la difícil labor de asimilar la euforia tras los seis puntos trascendentales sumados en sólo tres días.
El nuevo técnico ha puesto en apenas un mes patas arribas al Málaga. Ha conseguido resucitar al grupo. Siempre dijo que los jugadores eran los responsables de todo. Los animó a reaccionar, les aportó soluciones y ellos han respondido en los últimos encuentros. De ahí que Míchel, igual que fue crítico al comienzo, tras el triunfo ante el Barça afirmó que el éxito era de los futbolistas, que él quedaba en segundo plano. Esa es su filosofía, dándole todo el protagonismo a los futbolistas.
Míchel anunció que habría novedades en el equipo cada semana en busca de resultados, y así ha sido. Los cambios que ha introducido cada semana han ido dando resultados y, además, uniendo cada vez más a la plantilla. Tras el partido ante el Barça se escenificó con una foto del vestuario el buen ambiente entre los jugadores y el cuerpo técnico. La mejoría ya está aquí, ahora sólo queda consolidarla.
Los datos de Míchel comienzan a ser ya interesantes. En los cinco encuentros en los que ha dirigido al Málaga ha conseguido dos triunfos, un empate y ha perdido otros dos encuentros. De esta forma, el equipo ha sumado con el nuevo entrenador siete puntos.
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