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Saques de banda y poco más

Saques de banda y poco más

El Málaga vuelve a ofrecer una exhibición de falta de recursos y cae frente a un Atlético sin ambición y con demasiada recompensa

Sergio Cortés

Sábado, 1 de abril 2017, 20:42

Los saques de banda de Luis Hernández son a estas alturas el único recurso ofensivo del Málaga. Esa es la triste realidad. Anoche quedó de manifiesto en otra exhibición de carencias técnicas frente a un rival que ganó sin despeinarse, en apenas dos chispasos. El Atlético pasó por La Rosaleda sin ambición y se encontró con demasiada recompensa. El cambio de sistema de Míchel fue un fracaso, aunque desgraciadamente el equipo blanquiazul no intimida ni con muchos jugadores por dentro (como ayer) ni con una apuesta por las bandas. La supuesta calidad sigue sin aparecer y ahora toca esperar ayudas de otros equipos para no sentir el aliento en el cogote de los rivales de la zona de descenso.

Míchel puso en práctica lo que había ensayado los cuatro últimos días: una defensa con tres centrales. El técnico trató con esta medida de reforzar la zaga con la presencia de dos puntas claros del rival (Griezmann y Fernando Torres) y de tener más juego en el centro del campo con la pareja José Rodríguez-Pablo. Entre otras razones, porque el Atlético iba a afrontar el encuentro con cuatro centrocampistas y sin extremos. El planteamiento inicial dio sus frutos en los primeros minutos, pero Simeone no tardó en reaccionar y situó a Saúl más cerca de Camacho para neutralizar la salida de balón del Málaga.

La apuesta por el nuevo esquema conllevó la desaparición de los extremos en el Málaga. Sólo Keko figuró en el equipo inicial, pero colocado en punta junto a Sandro, al que Míchel recurrió pese a estar algo limitado físicamente. De este modo, Rosales y Juan Carlos estaban obligados a tener más profundidad. Pero esa era la teoría. Luego, en la práctica, el Atlético se vio relativamente cómodo, porque su cuarteto defensivo sólo se vio en apuros cuando los atacantes recibíeron entre líneas. A la hora de la verdad, en los aledaños o dentro del área, la superioridad rojiblanca era incontestable.

El Atlético estaba relativamente cómodo. Como en Granada, sus futbolistas tenían claro que era cuestión de esperar para aprovechar alguna individualidad. El Málaga puso empeño, pero le cuesta un mundo crear ocasiones. Y no digamos ya aprovecharlas. Pablo llevó el peso del juego continuamente mientras José Rodriguez, de nuevo, raras veces ofrecía una línea de pase. Y cuando lo hacía, sin exponer, con un toque en corto o con demasiada lentitud para provocar situaciones de uno contra uno de las que pudiera salir con comodidad.

De este modo, las únicas opciones ofensivas del Málaga llegaron en los habituales saques de banda de Luis Hernández (desde los dos flancos), porque en los córners la ejecución fue decepcionante. Aun así, el margen de éxito era mínimo, porque el Atlético se protegió con todos los jugadores, todos, en el área. Oblak ni se inmutó porque nunca hubo peligro. Tampoco Kameni tuvo trabajo, pero en la primera oportunidad que tuvieron los rojiblancos (y la única hasta el descanso) Koke reventó la cerradura malaguista con una diagonal, Fernando Torres abrió la puerta con un reverso magistral y el propio Koke, al que nadie tapó en su llegada, se hizo con el botín. De poco valió la presencia de tres centrales (ya con Ricca por el lesionado Torres) y de tres medios.

Cambio de sistema

La apuesta de Míchel fue a todas luces fallida, aunque a estas alturas sobra decir que con uno u otro sistema el Málaga es un equipo muy limitado, plagado de futbolistas sobrevalorados y, sobre todo, con un mal endémico: su falta de gol. Ayer ya se rizó el rízo con la presencia de los dos teóricos puntas (Keko y Sandro) cerca del banderín para sacar los córners. Aunque, claro, tampoco es que estén sobrados de centímetros... Al cuarto de hora de la reanudación el técnico prescindió de José Rodríguez, que ya empezaba a desesperar al público, e introdujo a Recio. Y con ello varió el sistema, que pasó a ser un 4-4-2. Rosales y Juan Carlos variaron su función, Keko volvió a un lugar más lógico para él y Pablo jugó como segundo punta.

Durante unos minutos hubo cierto atisbo de esperanza entre los aficionados, pero resulta imposible marcar goles ante la manifiesta incapacidad no ya para crear ocasiones, sino para al menos crear situaciones de uno contra uno. La falta de recursos en varios jugadores es alarmante. Por el contrario, el Atlético encontró de nuevo demasiado premio gracias a otro toque sutil de Fernando Torres. El gol tuvo el sello de Filipe, al que no había seguido Pablo, que dos minutos antes se había situado como volante derecho por la marcha de Keko.

Con el partido más que finiquitado y muchos aficionados camino de las puertas de salida, el Málaga tuvo más opciones. Sandro, Llorente, Santos, Rosales... Y como el Atlético había pasado de quinta velocidad a segunda, Simeone no tardó en meter primero a Godin (por el desaparecido Griezmann) y luego a Giménez. El partido murió entre la indiferencia general. Ahora toca desear que hoy venzan el Sevilla y el Barcelona... Y por supuesto no fallar el miércoles en Gijón.

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