Sergio Cortés
Miércoles, 8 de marzo 2017, 00:05
«Estamos en manos de los jugadores». Esa es una de las máximas de Míchel, a la que ha aludido en más de una ocasión durante su etapa como técnico. Solía decir Alfredo di Stéfano que no entendía el papel creciente de los entrenadores y ... que el fútbol era de los futbolistas. Yasí piensa el nuevo responsable del Málaga, que siempre le ha dado una importancia capital a la plantilla. Por esa razón, en función de esta se decantará por el sistema y el estilo.
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Es muy probable que hoy Míchel repita en su presentación una frase ya utilizada en un acto similar: «Vamos a ajustarnos a lo que tiene la plantilla». Porque el nuevo entrenador del Málaga tiene sus gustos, pero, precisamente porque fue cocinero antes que fraile, nunca los antepone a las características de los futbolistas de los que dispone. Nunca irá en contra de la lógica en lo que respecta a buscar algo que no esté en consonancia con las virtudes y defectos de sus pupilos.
Sin excesos
Como no podía ser menos, a Míchel le gusta el fútbol combinativo. Eso sí, sin excesos, sin vueltas de tuerca. En el Getafe, por ejemplo, se destacaba mucho la capacidad ofensiva, pero el madrileño también apelaba a la necesidad de ser más contundentes en defensa. La salida de balón es un aspecto importante para el nuevo entrenador malaguista, así como el pase en corto para superar líneas. Pero, como se apunta, sin exageración. En ocasiones se requiere ser prácticos y existen otras fórmulas para ganar terreno.
Tampoco es Míchel un entrenador que se decante por un sistema habitual. En este aspecto va muy en la línea de su segundo entrenador, Juan Carlos Mandiá, a la vista de los distintos equipos a los que este dirigió. Desde una base defensiva de cuatro hombres, las circunstancias del partido, el rival y, por supuesto, el estado de forma de la plantilla marcan si es aconsejable tener más músculo en el centro del campo o si jugar con dos puntas. Es cierto que a ambos les agrada más contar con una pieza en el centro del campo que permita tener más circulación del balón, pero no es un aspecto innegociable.
Lo que sí se ha visto siempre en los equipos de Míchel es su afán por tener superioridad por las bandas. Le gusta que sus equipos no se atasquen por dentro pese a su gusto por el fútbol combinativo y por esa razón los laterales suelen tener vocación ofensiva. Eso permite disponer de situaciones de dos contra uno que además obligan al rival a jugar más abiertos y, como consecuencia, a dejar más espacios. Pero también exige a los extremos que interpreten bien el juego para moverse por dentro en una subida clara de los zagueros.
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Precisamente para conseguir ese objetivo de tener superioridad por las alas, Míchel trata de inculcar a sus puntas la importancia de sus caídas a las bandas. Obviamente, cuantos más estáticos arriba, más trabajo cómodo para los centrales. Este es otro aspecto que debe de contribuir a contar con un juego más fluido y menos previsible.
Como es lógico, a Míchel le gusta la presión fuerte porque considera que con la posesión del balón es como se defiende mejor. Sus equipos nunca han brillado por los contragolpes o por el juego en largo, pero su librillo no está cerrado a estas alternativas cuando la situación permita recurrir a ellas. También cabe destacar otro aspecto importante en sus equipos: la estrategia defensiva. Ahí destaca, por ejemplo, la defensa zonal en los córners. Es quizá de los puntos fijos para el nuevo entrenador, que supedita el sistema y el estilo a las características de la plantilla.
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