Iván Márquez, en pleno marcaje a Luis Suárez en el duelo liguero del 12 de diciembre.

El malagueño de Osasuna

Iván Márquez, tras una década en la cantera del club de La Rosaleda y ser compañero de Juanpi, sueña con el duelo ante su exequipo

Pedro Luis Alonso

Miércoles, 25 de enero 2017, 23:31

El duelo de necesitados de mañana en El Sadar presenta una circunstancia curiosa.Dos futbolistas, uno de cada equipo contendiente, compartieron aulas siendo niños, en concreto con los salesianos del Colegio María Auxiliadora de Marbella. El malaguista Ontiveros y el rojillo Iván Márquez se llevaban ... tres cursos, pero se conocen de toda la vida y compartieron también el inicio de una pasión por el fútbol en las filas de un clásico local, el Vázquez Cultural.

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Ontiveros llegó antes a la élite, más precoz, un talento puro. Iván Márquez nunca lo ha tenido sencillo. A sus 22 años el premio llegó a finales de noviembre. Tuvo que llegar Joaquín Caparrós al Osasuna y él haber apostado el verano anterior por dejar el Atlético de Madrid B para recalar en el filial del cuadro navarro. Fue entonces cuando el destino jugó a su favor, en esa extraña conjunción de intereses que no siempre se da para propinar un último empujón al profesional en ciernes.

«En el Atlético ya estuve apunto de debutar en la Liga ante el Eibar, porque se lesionaron casi todos los centrales, pero en el último momento se recuperó Godín... No llegamos a subir a Segunda B con el filial, y ya tenía la idea de que si no se ascendía trataría de ir a una categoría superior. Vi que Osasuna era un buen escaparate. Sabemos que es un club que tira mucho de cantera», explica a este periódico Iván, que ha disputado ya siete partidos completos con la primera plantilla (tres en la Copa del Rey y cuatro en la Liga), de forma que parece haberse quedado ya definitivamente en la disciplina del cuadro de Primera.

«Había jugado todo con el filial, así que me veía preparado para jugar en Primera, pero Martín no miraba mucho por la cantera», añade el marbellí acerca de su confianza casi ciega en que llegara la oportunidad. Cierta o no su aseveración porque con Martín han llegado infinidad de canteranos al primer equipo, pero no tanto en el arranque del curso para Iván Márquez fue clave que Caparrós sustituyera al anterior en el banquillo.

Cambio de suerte

«Desde el primer día nos subieron a dos (a él y el lateral Aritz) y jugamos en un amistoso contra el Eibar. Me salió un buen partido y le gusté. Me preguntó la edad que tenía y me dijo que eso no contaba y que si seguía trabajando iba a tener minutos prosigue explicando el defensa malagueño. Como me expulsaron con el Promesas en el fin de semana anterior y no podía estar en el siguiente en la Liga, me fui con el equipo a Granada a la Copa, y debuté... Estuvo mi familia en las gradas, y empecé a jugarlo todo».

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Ahora Iván ya puede contar a sus hijos y nietos que defendió a Luis Suárez, Neymar o a Messi, lo que sucedió el 12 de diciembre (0-3). «Fue como un sueño que se te hace realidad. Lo ves en la tele todos los días con tus amigos y es impactante, aunque luego realmemte no te das ni cuenta», confiesa.

Pero su suerte parece haberse frenado con la llegada de Petar Vasiljevic al banquillo, el lugar del destituido Caparrós. Desde entonces no ha vuelto a jugar ni ir convocado, aunque aduce que ha tenido una sobrecarga en los isquiotibiales, de la que se recuperó hace una semana. Por eso el marbellí confía en estar citado para el crucial duelo de mañana en El Sadar. «Me encantaría poder enfrentarme al Málaga. Quiero mucho a ese club. Lo fue todo para mí, pero ahora debo defender mis colores», reconoce. «Conozco mucho a Juanpi, estamos desde juveniles juntos, y a Pablo y Ontiveros, que es como de mi familia añade. Me hubiera gustado haber tenido la oportunidad de haber debutado en el equipo de mi tierra, con mi afición, la gente que conozco, pero me he tenido que buscar la vida en otros equipos», afirma algo dolido por las circunstancias.

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Iván llegó al Málaga en el segundo año de infantil y permaneció una década en sus distintas categorías. Llegó al filial a las órdenes de Salva Ballesta (temporada 2013-14) y fue cedido a El Palo en la siguiente, ya en Segunda B, con descenso al final. El osasunista no se considera un central al uso. «Soy contundente, y voy bien por arriba (mide 1,91 metros), pero lo que más me define es que me gusta circular el balón, no rifarlo», advierte, y recuerda que hasta cadetes jugó de medio centro.

Su equipo actual es colista, pero él muestra fe en la permanencia. «No estamos teniendo suerte, y en Primera se paga porque hay rivales con mucha calidad. Si te llegan dos veces, te hacen dos, y nosotros generamos muchas ocasiones y no las aprovechamos», argumenta, y niega que el vestuario esté tan soliviantada por la cuestión arbitral: «Lo del duelo ante el Sevilla (se reclamó el tanto ilegal de Vázquez) fue un momento caliente, pero no nos tenemos que fijar tanto en los árbitros».

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Y desde la distancia también sigue a su equipo. «Empezó muy fuerte y tiene muy buenos jugadores. Pero poco a poco se ha ido desinflando. El colchón que tenía para salvarse lo está perdiendo. No se a qué se debe, si al cambio de entrenador... Lo que tengo claro es que en Málaga hay muy buenos futbolistas, y que el club no debería fichar tanto de fuera. A veces los que llega no es mejor», sostiene casi a la misma hora que en La Rosaleda se presentaba un jugador de fuera en su demarcación, Luis Hernández.

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