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Sergio Cortés
Jueves, 26 de mayo 2016, 19:40
El elegido fue Juande Ramos. El máximo responsable deportivo del Málaga, Carlos Rincón, ya le había echado el ojo un año antes, pero la continuidad de Joaquín Peiró frustró el intento. En la primavera de 2003 el fin de ciclo del entrenador madrileño era un ... hecho y, pese a que salieron a la palestra varios nombres entre ellos, por ejemplo, Bernd Schuster, que llegó una década más tarde, el único candidato real era el que fue más tarde artífice de una gloriosa etapa del Sevilla.
El fin de ciclo no solo afectó a Peiró, sino también a los jugadores más carismáticos del vestuario. Dely Valdés optó por la retirada, Darío Silva fue traspasado y también dejaron el club Contreras, Roteta y Sandro, entre otros. De los jugadores con peso en el grupo únicamente quedó Fernando Sanz. La base sí se mantuvo, pero el grupo partió con escasos referentes en la plantilla. A Juande, acostumbrado a retos complicados, no le preocupó en exceso. Encima, en el primer día de trabajo Iznata sufrió una grave lesión. Desde el principio el técnico exigió un delantero centro. Había llegado un ariete, Diego Alonso, pero no era suficiente, y tampoco Insúa, que en los primeros entrenamientos sufrió de lo lindo «aquí te quitan el balón muy rápidamente», confesó en los primeros días de trabajo, parecía destinado a ser el principal baluarte en ataque. El arranque del campeonato no hizo más que confirmar las terribles perspectivas: el Málaga no marcó en sus tres primeros encuentros, en casa con el Villarreal y en las visitas a Valladolid y Valencia.
«No estés preocupado, porque yo estoy muy tranquilo. Esto saldrá adelante», recalcó Juande con una convicción apabullante a la llegada al aeropuerto valenciano de Manises el 13 de septiembre. Nunca lo dijo, pero él ya tenía claro que iba a venir un ariete (y que casi con toda seguridad iba a ser Salva, como así sucedió) y también cuál debía ser el estilo: firmeza en defensa, velocidad en las salidas y servicios al especialista en la finalización.
Juande sacó petróleo de la plantilla. Aprovechó las virtudes del Málaga de Peiró e incorporó otros aspectos para formar un bloque homogéneo. Se ganó al grupo con un sentido de la justicia y la equidad que dejó boquiabiertos a todos. Sin ir más lejos, en la recta final prescindió nada menos que de Fernando Sanz y Romero para reconvertir en central al lateral Josemi (que acabaría traspasado al Liverpool) y dar confianza a un futbolista cuya adaptación a la velocidad del fútbol en España era hasta entonces demasiado cuestionable, Leko.
La llegada de Salva le permitió a Juande vengarse del Espanyol, que un año antes lo había maltratado, y sumar la primera victoria. El Málaga empezó a coger carrerilla y una racha de tres victorias y un empate en cinco partidos le hizo recuperar terreno y asentarse en la zona media. La asimilación de conceptos fue muy rápida y el 3 de diciembre, en un partido entresemana, se vivió la máxima expresión. Esos tres puntos básicos ya referidos dieron sus frutos en una apoteósica actuación contra el Barcelona. El técnico azulgrana, Frank Rijkaard, no pudo contener la avalancha en un planteamiento memorable del manchego. Fue también la gran noche de Salva, que destrozó a los centrales visitantes con su anticipación en la zona de remate.
Otros dos triunfos en los tres encuentros siguientes situaron al Málaga en la pelea por una plaza para la UEFA. En la decimoséptima jornada era séptimo, ya con 26 puntos. La permanencia estaba en el bolsillo. Pero fue entonces cuando se torció el camino. El equipo perdió su firmeza en defensa, con la pareja Litos-Fernando Sanz muy vulnerable (en la segunda vuelta Juande desconfió de situarlos juntos), sufrió en el lateral izquierdo y comenzó a tener las mismas dudas que en las primeras semanas. Y así encadenó hasta seis derrotas consecutivas, una racha sin parangón en la historia del equipo en la élite. El batacazo frente al Valencia fue sonado (1-6) y a la semana siguiente la prensa de Madrid lanzó duras críticas. En cambio, pese al 2-1 en el Bernabéu, Juande se sentía más satisfecho. «Hemos recuperado las buenas sensaciones en defensa», confesó en privado.
Durante la semana posterior a aquella visita al Madrid el cuerpo técnico hizo terapia de grupo. Prohibido hablar de las seis derrotas. Esa era la consigna. Es más, Juande no tuvo el más mínimo reparo en pedir a los periodistas más cercanos que no hicieran una sola alusión a esta terrorífica racha en vísperas de la cita con el Espanyol. Su planteamiento salió redondo: el Málaga goleó (5-2) y enderezó el rumbo.
Antonio Benítez, que algo debe de saber de fútbol y que entonces era ojeador de los rivales, siempre se mostró optimista en aquel periodo de incertidumbre. Quizá porque en parte se veía reflejado en Juande, un entrenador que, como él, brilló como pocos a la hora de introducir cambios tácticos durante los partidos. En la segunda vuelta fue especialmente llamativo que por momentos optara por tres defensas para buscar más llegada a la meta rival o su apuesta no solo por Josemi como central, sino por Duda como lateral izquierdo. Las variantes empleadas fueron innumerables.
El Málaga empezó frente al Espanyol una racha espectacular con seis victorias, dos empates y una sola derrota. La serie se cerró con otra soberbia actuación en casa, frente al Atlético de Madrid (3-1), incluso más redonda que la goleada al Barça. Y de nuevo el equipo comenzó a aspirar seriamente a una plaza europea. Paralelamente, Salva comenzó a aspirar al Trofeo Pichichi y soñó con acudir a la Eurocopa (llegó a debutar en la selección absoluta durante la temporada).
El equipo llegó a la recta final esperanzado, pero una contundente derrota en el Camp Nou (3-0) frenó las ilusiones. También un empate en casa con el Deportivo y una derrota en Mallorca. Tampoco lo expresó nunca en voz alta, pero Juande echó en falta más regularidad en determinadas piezas. Por eso se explican esos altibajos de un Málaga que cerró la temporada en la mitad de la tabla, pero con una cifra por encima del medio centenar de puntos (51).
En la recta final Juande decidió no continuar. Los dirigentes le expresaron que el proyecto no iba a crecer y que incluso podía sufrir algún recorte más. Y aunque el manchego tuvo más de media docena de ofertas, prefirió quedarse en el paro a la espera de que un equipo aspirante a Europa lo llamara (al año siguiente pegó en su puerta el Sevilla). «Para irme a un equipo que solo pueda luchar por la permanencia, me quedo en el Málaga, donde estoy muy a gusto, he hecho muy buenos amigos y sé que la afición me valora». La temporada 2003-2004 fue excelente, con resultados muy por encima de los mimbres que manejó el técnico y con la sensación de que el banquillo lo habitó un tipo destinado a empresas mayores. Porque Juande sacó petróleo con sus cambios tácticos, sus apuestas inesperadas y, sobre todo, por un sentido de la equidad que caló en el vestuario.
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