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Sergio Cortés
Jueves, 30 de abril 2015, 22:40
En el Málaga solo un jugador ha merecido en 74 años de existencia el apelativo de 'gran capitán'. Fue aquel desconocido llegado de Canarias (porque además sus apellidos no se correspondían con su apelativo futbolístico) que empezó como centrocampista y que luego se convirtió en el mejor central de todos los tiempos, Arias. Otro defensa de sus características, Weligton, protagonizó el miércoles por la noche, en Balaídos, nada más entrar todo el equipo al vestuario, una arenga propia del que es uno de los mitos del malaguismo.
«Por las buenas, es el mejor, pero cuando tiene que levantar la voz...». Esa es una valoración sobre Weligton que han hecho varios miembros del vestuario en los últimos años. De puertas adentro, el brasileño nunca se anda por las ramas. Como cuando tuvo aquella fuerte discusión con Manuel Pellegrini al conocer que el chileno quería traer a Milito. «Todos los años me traen centrales para quitarme y al final siempre juego yo», fue su contundente mensaje al chileno. Después, cuando llegaron las vacas flacas, cuando la inversión de los propietarios fue nula, cuando el riesgo de desaparición por las elevadas deudas era enorme, el técnico encontró el apoyo sin fisuras de 'Weli'. No fue el único, es cierto, pero este exhibió todos sus galones.
El respeto siempre se lo gana un futbolista con sus actos, y Weligton predica con el ejemplo: ha jugado un sinfín de veces con molestias, infiltrado. Nunca se ha borrado. Hace tiempo que en el vestuario existe una tesis sobre él: «Hace mejor al que juega a su lado». Sobran los ejemplos. Desde Hélder Rosario a Sergio Sánchez o Angeleri. Por eso, cuando el brasileño alza la voz (pese a esa apariencia de no haber roto nunca un plato), todo el mundo calla.
Carisma
Siempre ha habido casos de jugadores con carisma en un grupo -Juanito, por ejemplo, hacía las alineaciones y planteaba los partidos en la etapa de Kubala-, pero Arias fue punto y aparte. Dentro y fuera del campo era el 'buque insignia' del equipo, así que si arengaba o daba un golpe encima de la mesa (y no es una metáfora), nadie osaba contradecirlo. Así sucedió el miércoles por la noche. La reacción de Weligton no fue solo por el partido en Vigo («el Celta siempre crea doce o quince ocasiones, y a nosotros nos ha hecho solo dos», apuntaban técnicos y futbolistas en el viaje de regreso), sino por las sensaciones que él percibe. Ya en privado a más de uno les ha leído la cartilla -dentro de la amistad con determinados periodistas, tampoco se corta cuando entiende que las apreciaciones son erróneas-, pero en el vestuario de Balaídos habló alto y muy claro.
El mensaje de Weligton iba dirigido a todos: a jóvenes que se han crecido en exceso, a otros distraídos por su futuro, a algunos a los que no ve implicados... Todo el mundo guardó silencio, incluidos los miembros del cuerpo técnico presentes. Y después, cuando salió ante los medios, empleó casi las mismas palabras (en la caseta estuvo, si cabe, más duro). «El que no esté metido, que se quede fuera. Y si no, jugamos con el filial...» Era el partido número 250 del brasileño como malaguista, pero para él en vez de celebración hubo mucho de frustración. Cifras al margen, demostró con su aviso a navegantes el papel de 'gran capitán' que en la historia solo ha tenido un futbolista: Pepe Arias.
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