Noche para la esperanza

El gran y necesario triunfo del Málaga se cimentó en una serie de hechos puntuales; no es normal que tras unos primeros 45 minutos tan mediocres, los locales cambiaran tanto tras el descanso. Todo tiene una explicación: Pellicer modificó su extraño planteamiento inicial, con N'Diaye jugando en una extraña posición que perjudicaba a un equipo prácticamente roto. El Zaragoza se adueñó del terreno de juego, y Bebé se convertía en una verdadera pesadilla. Este primer tiempo, malo para los locales, tuvo uno de esos momentos claves cuando Ramalho en una excepcional acción defensiva evitó un gol cantado de Giuliano Simeone. Fue un auténtico milagro, que unido a la gran actuación de un Yáñez cada vez más asentado y más portero hizo que no se moviera el marcador. Tras pasar por los vestuarios, Pellicer aplicó la lógica, porque ilógico es que un equipo que agoniza como el Málaga prescinda de Rubén Castro, nacido para golear, y reestructuró el desaguisado del período inicial con un doble marcaje a Bebé, que ni apareció en esta fase final.

Rubén Castro hizo buena su salida e imprescindible su presencia cuando apenas diez minutos después logró un gol que nadie lo esperaba, fruto de su olfato y de su experiencia: supo estar donde iba a ir el balón; el delantero centro marcaría el 3-0, y no satisfecho con sus dos goles dio la asistencia del que conseguiría Lago Junior, que brilló cuando el equipo aplicó la lógica táctica sobre el césped. Total, ni los más viejos del lugar, 3-0, y una noche para la esperanza. No hay nada conseguido, pero sí mucho más que antes de iniciar el choque ante el Zaragoza, otro histórico venido que pena sus culpas en esta mediocre categoría.