El mes de junio de 2010 no pudo ser más convulso en el Málaga. Una vez lograda la permanencia aquella agónica tarde en La Rosaleda frente al Real Madrid de Manuel Pellegrini –¿quién iba a pensar que el chileno sería inquilino del banquillo local apenas cinco meses después?–, se intensificaron las negociaciones de la compraventa del club entre el presidente, Fernando Sanz, y los representantes del empresario y jeque catarí Abdullah Al-Thani.
Cabe recordar que a mediados de mes, en cuanto se cerró el protocolo de acuerdo (la firma de los documentos ante notario se celebró más tarde), el representante de Al-Thani, Abdullah Ghubn, no tardó en proceder al relevo en el banquillo. Destituyó a Juan Ramón Muñiz y anunció el fichaje del portugués Jesualdo Ferreira, desconocido para el público en general pero que había obtenido algunos logros con el Oporto. Al asturiano, incluso, se le ofreció hacerse cargo del filial, algo que lógicamente rechazó. Ferreira era la piedra angular (mucho más que la primera piedra) del proyecto de Al-Thani y Ghubn porque aterrizó en La Rosaleda con plenos poderes en la parcela deportiva; es decir, como mánager general (entrenador y director deportivo). De hecho, los jugadores subrayaron posteriormente que el trabajo de campo estaba en manos del segundo entrenador, José Gomes. De las funciones de Ferreira como responsable de la planificación –secundado por su representante–, mejor no hablar a la vista del rendimiento de la mayoría. El portero Galatto, Malagueño, Sandro Silva, el díscolo Quincy...
Paradójicamente, en cuanto el Málaga había logrado la permanencia, Muñiz se había puesto manos a la obra para planificar el equipo con la celeridad que lo caracteriza. Fernando Sanz no pudo garantizarle su continuidad en el puesto, pero sí le dio vía libre para comenzar a realizar gestiones con el fin de que después, con la inversión del empresario catarí, se procediera a cerrar los acuerdos con los clubes.
Colunga, Stuani, Caballero...
El asturiano se lanzó de cabeza por jugadores que podían ser interesantes en un proyecto renovado. Y entre ellos se encontraba el almeriense Nino, que la temporada 2008-2009 había logrado el Trofeo Pichichi en Segunda con el Tenerife. Ya tenía 30 años, pero garantizaba velocidad y gol. Así lo desveló este periódico el 19 de junio de 2010 en una información titulada 'Nino y Adrián Colunga, la delantera que el club tenía prevista para su proyecto', y en la que se especificaba que el sueño del asturiano era Stuani, con un rendimiento extraordinario ahora en Primera con el Girona. En ella aparecían los nombres de otros futbolistas con los que se había alcanzado un acuerdo, como Eliseu (cuyo regreso sí se tuvo luego en cuenta), Iago Bouzón y un portero, Caballero. Poco hay que decir de 'Willy', que aterrizó meses más tarde procedente del Elche (a un precio muy superior, todo hay que decirlo) tras la grave lesión de rodilla de Asenjo, refuerzo invernal.
Pero Nino ya era entonces un futbolista consolidado. Había brillado en el Elche, luego recaló en el Levante y en 2007 llegó al Tenerife, donde refrendaba su capacidad futbolística con extraordinarios desmaques y definición. Han pasado ocho años desde que Ferreira descartó ficharlo, pero el futbolista de Vera mantuvo un alto nivel cinco años en Osasuna para regresar a Elche en 2016... y en Segunda B. Su ilusión era contribuir al regreso del cuadro franjiverde y así lo hizo en una temporada de la que tiene gratos recuerdos el ahora malaguista Héctor. Han pasado ocho años de aquellas gestiones, pero Nino, pese a los 38 años, y como se decía antiguamente en la radio, sigue teniendo «peligro en las botas».
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