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No era un mundo tan globalizado como el que vivimos hoy. El fútbol, la vida, era otra en 1982. Sin redes sociales, sin internet ni móviles, sin las facilidades para viajar, porque actualmente volar en avión se ha democratizado. En todo caso, Málaga acogió un Mundial por primera vez a primeros de los 80, con una incipiente democracia y una flamante Constitución en nuestro país, y en un torneo ganado por Italia, con Paolo Rossi como figura y una final dominada por 3-1 ante la República Federal de Alemania, con el presidente Sandro Pertini dando botes en el palco sin contenerse para celebrar los goles de la 'azzurra'.
España, un sólo país albergando el torneo, con Naranjito como mascota, tuvo catorce sedes. Había la mitad de equipos (24), que los que habrá en el Mundial de 2030 (48) y a Málaga le correspondieron tres choques del grupo 6, con Brasil, Escocia, Nueva Zelanda y la URSS. Las seis citas de esa liguilla se repartieron entre el Sánchez Pizjuán, el Benito Villamarín y La Rosaleda, y los dos estadios sevillanos se llevaron el premio gordo, a una 'canarinha' con Sócrates, Zico, Eder o Falcao.
Así las cosas, en Malaga dominaron los escoceses, con gaitas y kilts (faldas), y fue muy extraño ver seguidores soviéticos y de Nueva Zelanda, nada menos que de uno de los puntos más recónditos del planeta si se toma España como referencia. Se cifró en quince mil la presencia de escoceses, y su selección se concentró en Sotogrande (Cádiz), mientras que Nueva Zelanda fue al Don Carlos, en Marbella y la URSS, al Atalaya Park, de Estepona.
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Antonio Góngora
La Rosaleda, reformada para la ocasión, con un nuevo marcador en Fondo Alto, presumía de numerosas adaptaciones para el trabajo de los medios de comunicación. Se cifró en unos 600 los puestos ubicados en la zona superior de Tribuna (y aún hoy sigue siendo la zona de trabajo, al menos de la prensa escrita), se habilitaron laboratorios para que los fotógrafos pudieran revelar las fotos (no existían, lógicamente, las cámaras digitales y el trabajo de los profesionales tenía mucha más dificultad), doce cabinas de teléfono para los enviados especiales, que transmitían las crónicas desde ellas, veinticinco máquinas picadoras de télex, una nueva sala de prensa (no en el sitio de la actual) y una sala de control de televisión.
El reparto de las entradas para los partidos era diferente. Una gran parte se distribuyó desde Mundi España, una sociedad creada exprofeso, con motivo del Mundial. Pero la asistencia era sobre todo nacional. De hecho, los responsables de la expedición soviética devolvieron antes de su primer partido 97 de las 100 entradas que la organización les había dado para compromisos. En los días previos las selecciones disputaron amistosos ante algunos equipos locales y también tuvieron tiempo para el ocio. Por ejemplo, los jugadores de Nueva Zelanda probaron los 'burrotaxis' en Mijas.
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El primer partido en Martiricos fue un Escocia-Nueva Zelanda, a las 21.00 horas. El público se pudo divertir porque hubo siete goles (5-2). Marcaron Dalglish (leyenda del Liverpool), dos de Wark (ídolo del Ipswich), Robertson y Archibald (que jugó en el Barcelona) y por los 'kiwis', Sumner y Woodin y la asistencia oficial fue de 36.000 espectadores. El segundo partido fue el 19 de junio, con un 3-0 de la URSS a Nueva Zelanda, farolillo rojo del grupo. Gavrilov, el ucraniano Blokhin y Baltacha fueron los realizadores en un combinado con Rinat Dassaev bajo los palos, luego portero del Sevilla. Finalmente, hubo tablas entre la URSS y Escocia (2-2) en el último partido, el 22 de junio. Marcaron Chidavze y Shengelia y, por los británicos, Jordan y Souness, otro mito de los 'reds' del Liverpool.
Escocia que tenía estrellas internacionales como Graeme Souness, Gordon Strachan, Steve Archibald y Kenny Dalglish, dirigidos por Jock Stein, no logró la clasificación para la segunda fase, a la que accedieron la Brasil de Tele Santana y la URSS. John Adshead era el seleccionador neozelandés, en el que era una de sus estrellas un Wynton Rufer que, curiosamente, volvió años después a La Rosaleda en un amistoso con el Werder Bremen ante el Barcelona en 1995.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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