El fin de semana pelotero llegaba lleno de negros presagios. Triunfos del Amorebieta (¡Dios mío, tener que mirar de reojo al Amorebieta!) y del Sporting... Las vibraciones no eran las mejores, porque además teníamos que esperar al final del domingo pelotero. Cuando el árbitro dio ... el pitido inicial, las cosas no podían pintar peor, aunque pronto, a los 7 minutos, en el que sin duda habrá sido el mejor centro de su carrera profesional, Ismael Casas ponía en la cabeza de Vadillo una pelota de oro que era el 0-1. ¡La hora, árbitro, la hora!... Eso es lo que pensamos todos los aficionados malaguistas, felices por el gol, a la vez que temerosos por lo que faltaba. Pero el Málaga de Tenerife lo supo hacer bien, a conciencia. Nadaba, guardaba la ropa y controlaba a un rival que posiblemente no se esperaba un rival de tanta enjundia, sobre todo teniendo en cuenta que en 22 jornadas sólo había conseguido tres míseros triunfos.
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El equipo canario jugaba mirando hacia arriba, y lo hizo con cierto aire de superioridad, algo que le pasó una dura factura al final: el toro es toro hasta el rabo, y nunca te fíes del astado aunque parezca moribundo, dicho taurino. Pues eso. Daban al Málaga CF por muerto, y aunque veníamos cargados de problemas, temores y errores, sin ningún mando en plaza, con unos responsables deportivos nefastos y unas nada halagüeñas perspectivas de futuro (si Febas no se queda aquí es para que antes se vayan todos los que ocupan despachos en las oficinas de La Rosaleda), el equipo de Guede es el Málaga, oigan, que por muy mala suerte que haya tenido es un equipo con historia y tradición en el fútbol patrio, no un equipo de solteros y casados, ni un club sin historia... Al Málaga hay que respetarlo, y el Tenerife salió sobrado, y Vadillo primero y Febas al comienzo de una espléndida segunda parte le metieron dos goles como dos soles... Atrás, Dani Martín apareció milagroso. El resto, muy bien, salvo tonterías propias de los nervios... pero nada pudo evitar la victoria más feliz y necesaria en el momento más oportuno de un Málaga que apareció contundente cuando más falta le hacía.
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