Dura derrota del Málaga en el campo del Mirandés

Indudablemente el Málaga encara esta cita como pocas veces, en inmejorable estado anímico. Los continuados tropiezos en La Rosaleda pesaban en demasía, así que la victoria frente al Rayo debe de tener continuidad (eso esperan el malaguismo y el propio vestuario). Y más, si cabe, por las sensaciones que por el resultado. Dado que Pellicer no puede tener queja de que su plantilla se deje llevar por la euforia al más mínimo éxito –consecuencia inequívoca de un verano tan tempestuoso internamente–, parece garantizado que en el grupo están inoculadas la capacidad de sufrimiento y la cultura del esfuerzo. Aunque luego, claro está, el rival también cuenta...

El partido apunta a ser un calco de los disputados en Alcorcón o Gijón, por citar dos ejemplos más o menos recientes. El Mirandés no es equipo al que le entusiasme tener de salida la posesión de la pelota. No es ni de lejos una prioridad, como le sucede al Málaga cuando actúa a domicilio. Por eso es previsible que el conjunto blanquiazul se blinde para evitar el efecto de los golpeos en largo, tanto las prolongaciones al borde del área como las irrupciones por las bandas. Los pupilos de Pellicer llevan la lección aprendida, así que será primordial mantener arriba la línea de presión para forzar recuperaciones en el campo contrario.

Mientras el Málaga es un equipo de dos caras –una más dubitativa en casa y otra más solvente a domicilio–, el Mirandés es el típico participante en Segunda que vive de las rachas, debidas en gran medida a según sea el nivel de eficacia en las áreas. No es un conjunto que brille excesivamente en ataque –sólo en siete partidos marcó más de un tanto–, pero es el quinto menos goleado de la categoría (con 22). De este modo, en función de que se muestre o no compacto y al mismo tiempo eficaz en el remate, encadena resultados positivos o adversos. No es extraño, por tanto, que en noviembre acumulara 10 puntos en cinco partidos, que después sólo sumara un triunfo y un empate en cuatro encuentros y que en el comienzo de la segunda vuelta haya vuelto a sumar 10 puntos sobre 15.

El Málaga busca precisamente esta misma racha. Como apuntaba este periódico el sábado, el cuerpo técnico asume que el bloque de cinco partidos que arranca esta tarde es vital para evitar apuros en la fase final del campeonato; es más, el reto es sumar al menos 10 de los 15 puntos en juego. Al fin y al cabo, una segunda victoria consecutiva supondría esa consolidación clasificatoria de la que ha hecho gala constantemente el Mirandés en la Liga. De lo contrario, la excelente imagen ante el Rayo quedaría simplemente como un espejismo para un equipo que siempre se ha visto a mitad de camino cuando la situación pintaba a mirar más hacia arriba que a la zona de descenso.

Diferentes detalles invitan al optimismo: el equilibrio del sistema empleado ante el Rayo (4-1-4-1), el papel de bisagra de Escassi por delante de la defensa, la mejoría de hombres a los que se les ha estado esperando muchos meses (Matos y Jozabed), la firmeza de la joven pareja de centrales Mejías-Juande, el protagonismo de Luis Muñoz en la presión y la llegada a la zona de remate... Y como condimentos adicionales, la brillantez de Chavarría en la interpretación del juego y la confianza interna en una mayor aportación de Joaquín y Rahmani en el caudal ofensivo. Parecen mimbres suficientes para que el Málaga se afiance...