El jueves, en el cóctel de los Premios Malagueños del Año de SUR, no paré de escuchar la misma pregunta: «¿Quién quieres que gane el ... domingo, Argentina o Francia? ¿Messi o Mbappé?» En un momento dado ya me cansé. «¿Argentina o Francia? No, el Málaga. Yo sólo quiero que gane el Málaga. ¿Messi o Mbappé? No, Rubén Castro», recalqué. Nunca he entendido que, siendo uno del Málaga, pueda a su vez ser del Real Madrid o del Barça (que ese es el trasfondo del debate entre los dos astros del PSG) porque esto implica sufrir más de un día a la semana. Y como sea semana de competición europea toca estar intranquilo varios...

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Desgraciadamente esta temporada nos toca sufrir hasta cuatro días porque, quién nos ha visto y quién nos ve, vivimos con el alma en vilo entre el viernes y el lunes (dado el reparto horario de LaLiga), pendientes de lo que hagan Mirandés, Lugo, Ponferradina, Ibiza... Llevamos así desde septiembre y vamos a continuar con esa incertidumbre hasta la última semana de mayo (y ojalá que sea así).

El Mundial ha sido el reflejo de que en el deporte de competición no basta con dosis de talento, sino que se requiere aunar un alto nivel físico y táctico, energía y hambre, mucha hambre. La plantilla del Málaga debería tomar buena notar de ello y entender que de pinceladas no se vive. Mi conclusión es sencilla: si en Argentina juegan todos para Messi y si en Francia a Griezmann le importa muy poco ejercer de escudero para Mbappé o Giroud, ¿por qué es tan difícil que aquí todos se sacrifiquen para que luzca el mejor jugador de la categoría? Cualquier club de Segunda soñaría con tener a Rubén Castro mientras aquí no le llega un buen envío ni por casualidad.

Ni Argentina ni Francia, sino el Málaga. Inevitablemente hacemos cuentas y no nos terminan de salir, pero cualquier reto es factible si se cuenta con la mentalidad del BeSoccer UMAAntequera, ese equipo entonces de Segunda que tumbó a cinco rivales de Primera para coronarse campeón de Copa. Tal vez a los jugadores blanquiazules haya que juntarlos un día con los pupilos de Tete. O que escuchen simplemente durante tres minutos a Sarah Almagro, ejemplo de tanto con sólo 22 años.

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