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El Málaga de la primera parte en Villarreal fue el mejor de la temporada a domicilio. Probablemente esta afirmación no admita discusión a la vista de la pobre trayectoria ofrecida por el equipo blanquiazul como visitante (hasta el Viernes Santo su parcial era de sólo ... ocho puntos en 18 encuentros). No obstante, frente al filial amarillo ofreció detalles de esa mayor ambición ofensiva que tanto se ha echado de menos durante toda la Liga, con uno u otro entrenador. Pero hubo un síntoma más que elocuente de esa decidida actitud a jugar en campo contrario y de arrinconar al adversario: al fin provocó faltas en la frontal del área.
Desde que empezó la campaña a finales de agosto se ha echado en falta un mayor volumen de oportunidades por parte del Málaga. Porque una cosa han sido las acciones en las que ha merodeado el área rival, y otra, bien distinta, que el equipo de Pablo Guede, Pepe Mel o Sergio Pellicer (para el caso ha sido lo mismo) pusiera a prueba al guardameta contrario y lo hiciera trabajar con cierta frecuencia. Cuando no han sido los pobres servicios al área –con centros desde los laterales del área o más lejanos– han sido los errores monumentales en el último pase o, por supuesto, esa tendencia a abusar del toque en horizontal sin buscar la profundidad necesaria. En algunos encuentros (sin ir más lejos, hace ocho días en Andorra) ni siquiera tiró entre los palos.
En el estadio de la Cerámica (antes El Madrigal), el Málaga sí mostró en la referida primera mitad más convicción a la hora de pisar el área contraria por medio de jugadores que habitualmente se muestran timoratos. Uno de ellos fue Fran Villalba, que hasta dispuso de dos ocasiones muy claras, una repelida por el portero local, Iker Álvarez, y otra con un disparo cruzado que se marchó cerca del palo derecho. Sin embargo, con anterioridad, cuando apenas se llevaban diez minutos de juego, provocó una falta en la frontal, además muy centrada. El lanzamiento de Rubén Castro no cumplió su objetivo, pero es obligado destacar que el delantero centro canario es uno de los especialistas de la plantilla en esta faceta y que, como en tantas otras, el equipo no ha sabido rentabilizarlo durante toda la temporada. El propio Málaga ya sufrió en sus carnes en Cartagena en el ejercicio anterior la habilidad de su hoy jugador número 24 en este tipo de lanzamientos.
Pero el Málaga generó poco más tarde, superado el minuto 20, otra acción similar. Eso sí, como consecuencia no de la llegada de los hombres de la segunda línea, sino del dinamismo de sus puntas. Y en particular, de Chavarría. El movimiento de arrastre del argentino sacó de su zona al central izquierdo, Abraham, y tuvo que salir al quite su pareja, De la Fuente, para frenar en falta a Rubén Castro y, además, ganarse la tarjeta amarilla. Tampoco en esta ocasión se logró rentabilizar el libre directo, pero al menos sí se cumplió uno de los objetivos marcados por el actual cuerpo técnico: asomarse mucho más a la frontal para generar estas situaciones. Más vale tarde que nunca para mostrar una mayor ambición ofensiva.
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