Que el Málaga es un sentimiento se refleja en la afinidad que numerosos entrenadores y jugadores mantienen después de su etapa como blanquiazul. Los hay que fijan su residencia en Málaga (como Juan Ramón Muñiz), que se desplazan a menudo para visitar a los amigos ( ... como Juande Ramos) o que animan vía Whatsapp cuando el resultado del Málaga no acompaña (como Míchel). Son tres técnicos a los que se puede recurrir como ejemplos, pero probablemente no haya otro caso comparable al que protagoniza Javi Calleja. Ahora a los mandos del Levante, equipo al que ha revitalizado, parecía destinado desde niño a jugar como local en el estadio La Rosaleda y, después de ser pieza clave durante tres temporadas, es un 'sufridor malaguista' en la distancia. El domingo, a las 21.00 horas, prevalecerá la profesionalidad en el Ciutat de Levante, pero sin olvidar el cariño por un club y una ciudad que tienen lugar prioritario en su corazón.
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La afinidad de Calleja con Málaga viene de muy lejos y, como él suele decir, perdurará para siempre. El vínculo es permanente porque la menor de sus dos hijas, Carlota, nació precisamente aquí, durante su etapa como jugador blanquiazul. Para él y su esposa, 'Pachi', aquel ciclo fue inolvidable. Los problemas físicos en el último tramo de su etapa en el Villarreal habían supuesto un obstáculo en el día a día que no parecía tener fin. Hasta que surgió la opción de recalar en aquel Málaga recién ascendido. Al extremo izquierdo le llegaron comentarios respecto a los problemas económicos en La Rosaleda, pero ni lo dudó. «Vengo porque Málaga es como una segunda casa para mí. Es un proyecto que me ilusiona porque el Málaga está en Segunda por circunstancias», subrayó en su presentación.
Porque Calleja siempre había seguido muy de cerca al Málaga. Su sueño desde pequeño era pertenecer al Real Madrid y se cumplió al ser reclutado para las categorías inferiores, pero vivió de lleno los años felices del mítico Juan Gómez 'Juanito' como blanquiazul (desde el verano de 1987 al simbólico 'corte de coleta' por parte de Curro Romero en su retirada a mediados de 1989). El hoy entrenador del Levante pasaba todos los veranos en Fuengirola y allí, como cualquier niño, tenía su pandilla para jugar a la pelota. En ella se encontraba Roberto, uno de los hijos del inolvidable '7'. Este solía acercarse a verlos en acción y muy pronto bautizó a aquel Javi como 'Maradonita' por su capacidad para encarar y desbordar, para driblar y superar rivales gracias a su exquisita técnica.
Cuando aquel 'Supermálaga' encabezado por Juanito y Esteban ascendió a Primera División en 1988, Calleja acababa de cumplir diez años, así que se contagió de la enorme ilusión que se vivía entonces en el entorno del incomparable genio de Fuengirola. Desde entonces siguió con más interés al Málaga, hasta que 18 años después fue presentado como una de las incorporaciones estelares del equipo blanquiazul. Aquella felicidad de niño en la playa o en la calle también pudo vivirla en el terreno de juego. El primer año fue tremendamente complicado –proceso concursal incluido–, pero se forjaron lazos muy fuertes en el vestuario y con el club. En el segundo vivió uno de los días más felices de su carrera futbolística, aquel en el que un extraordinario gol suyo en el Sánchez Pizjuán frente al filial del Sevilla (un disparo desde fuera del área que se coló por la escuadra) permitió apuntalar las opciones de retornar a Primera. Su paso por La Rosaleda se completó en la élite, con una temporada en la que disfrutó como pocos en la plantilla, porque brilló también como lateral y porque era uno de los pocos supervivientes del grupo que las había pasado canutas para lograr la permanencia en Segunda.
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Dieciséis temporadas después de aquel año tan complejo por el proceso concursal, desde la lejanía, Javi Calleja asiste como un 'sufridor malaguista' más a la repetición de la historia, con el equipo blanquiazul metido de lleno en evitar el descenso a la tercera categoría. Como ya le sucedió en Villarreal, volverá a tener enfrente a un equipo muy querido para él. Y quién sabe si, igual que le sucedió como niño (cuando escuchaba hablar a Juanito del Málaga y deseaba pisar el césped de La Rosaleda), cumplirá tarde o temprano una de sus ilusiones: entrenar al conjunto de Martiricos. De momento, el domingo por la noche, muy a su pesar, será juez y parte como técnico del Levante.
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