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Los jugadores y cuerpos técnicos del fútbol rumano han dicho basta. Tras dos semanas aislados en búnkeres anticoronavirus no aceptan seguir concentrados y exigen a los dirigentes de la Liga que den un paso atrás en sus pretensiones de que los equipos permanezcan concentrados durante los próximos meses sin poder ir a casa y hacer una vida 'normal' como el resto de ciudadanos, adaptándose a las medidas que allí se conocen como de relajamiento pero que tienen el mismo fondo que las llamadas fases en España.
En mitad de ese lío, donde futbolistas han puesto pie en pared e incluso el mítico Gheorghe Hagi, ídolo nacional, se ha posicionado fuertemente en contra de seguir en una burbuja, se encuentra el malagueño José Luis Schneider. El también exmalaguista es ahora preparador físico en el FC Voluntari resume que «nos han engañado porque primero nos aislaron dos semanas y ahora podríamos estar así hasta que acabe la temporada». Antes de recalar en el fútbol rumano recientemente tuvo una extensa trayectoria en el club blanquiazul trabajando como preparador físico en La Academia, coincidió con Pellicer, el ahora primer entrenador del club, y formó parte del exitoso año del San Félix juvenil donde estuvieron jugadores que ahora se intentan asentar en el Málaga como Ismael Casas, Ramón, Cristo o Gonzalo.
Desde un centro de Alto Rendimiento en Bucarest explica a SUR lo que está ocurriendo en la Liga I de Rumanía: «Los clubes aquí también tienen una fuerte dependencia del dinero por las televisiones y la Federación no quiere utilizar ninguna ayuda para pagar los problemas de los equipos. Ante esta situación se quería empezar con el fútbol porque además aquí tiene una gran seguimiento, no te lo puedes ni imaginar. La afición no está tanto en los campos pero sí a través de las retransmisiones. Por eso deciden reiniciar el fútbol. Entonces plantean unas condiciones a través del ministerio de Sanidad donde indican que todos los equipos íbamos a estar dos semanas aislados y en las que tendremos que pasar tres controles de coronavirus», introduce.
«Y después otras dos semanas hasta el inicio de la Liga, que aquí será el 12 de junio, donde ya podríamos estar en nuestras casa e ir y venir a las instalaciones para entrenar. Todo esto con el compromiso de cumplir las normas de seguridad sanitaria. Esto se acepta y se advierte que las concentraciones seguirían si la situación del país respecto al coronavirus empeora, pero no ha sido así. Ahora mismo la situación es estable y no llega a 200 casos al día en todo el país y el número de recuperaciones sigue aumentando. Pero ayer, justo un día antes de que acabemos estas dos semanas de concentración, recibimos la orden de que esto se prolonga dos semanas más y que incluso esto podría seguir así durante la competición y hasta que acabe», continúa explicando a la vez que crece la indignación.
La fuerte oposición es tal porque, según comenta Schneider, «no hay derecho que mientras las personas vuelven a la 'normalidad', a los futbolistas nos tengan encerrados más tiempo. Todo mientras en el país la gente recupera cierta normalidad y siguen adelante las medidas que aquí el gobierno llama de relajamiento. Es parecido a lo que pasa en España. Además, a nosotros nos han hecho tres test y nadie hemos dado positivo y la evolución del país es estable, sobre los 200 nuevos infectados al día», apunta. Según datos del gobierno rumano, en todo este tiempo de crisis han sumado 19.000 contagios, van por 12.000 recuperados y solo 5.500 aún son positivos. En todo este tiempo hemos tenido 1.240 víctimas mortales.
«Aquí todo el mundo esta protestando por esto», añade. Y por eso las diferentes instituciones están teniendo reuniones constantes para abordar esta cuestión. «Esperamos que den un paso atrás», confía el malagueño, que además cuenta cómo está siendo su día a día allí ahora al ser los entrenamientos en grupos de 4 jugadores. «Llego al campo a las nueve de la mañana y me voy a las siete de la tarde. Es muy duro sobre todo por la sensación de no ver el final. Y además he echado cuentas y voy a tener una semana escasa de vacaciones para volver a Málaga», se lamenta.
Pero todo no es negativo. Todo estos meses de confinamientos, allí se encerraron en casa una semana antes que en España, ha aprovechado el tiempo: «Al principio hablaba en inglés y un poco español porque el entrenador también lo habla pero ahora ya he aprendido hasta rumano porque durante el confinamiento. Estuve estudiando cuatro horas diarias. Los jugadores se han quedado sorprendidos», celebra a la vez que presume de haber tenido la suerte de encontrar una pareja en el país que además le sigue en su sentimiento malaguista: «Ya tiene claro cuáles son sus colores», bromea a la vez que explica que ya le ha regalado una camiseta del Málaga, donde espera volver no dentro de mucho.
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