Sólo valía ganar en el partido más dramático de los últimos 25 años, el que podía dejar al Málaga herido de muerte, a punto de caer por el precipicio. Y la respuesta fue convincente: no va a rendirse. Fue necesario un reajuste tras el descanso ... para encontrar la mejor versión de Rubén Castro, desde este lunes máximo goleador español en el fútbol profesional por delante de Quini, acompañado de brillantes acciones de Fran Villalba, Álex Gallar y, cómo no, Lago Junior. Pero, sobre todo, de una energía que permite soñar con la remontada aunque aún esté cinco puntos por debajo y con un complicado calendario inminente.
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Porque de salida Pellicer trató de buscar el obligado paso al frente con el sistema que permitió remontar hace dos temporadas, el 4-1-4-1. Buscaba más presión arriba, más llegada de segunda línea y más opciones de disparo desde la frontal, pero... N'Diaye puede aportar en la presión –de hecho, lo hizo en algunos tramos gracias a su intimidación–, pero Fran Villalba no aprieta con decisión y además es imposible pedirle llegada o disparo porque prefiere casi siempre marear la perdiz; es decir, sobar la pelota en la divisoria o incluso en campo propio, donde el daño que hace es nulo. Con esa propuesta y de nuevo con Fran Sol arriba (intrascendente donde debe ser decisivo), todo quedó a expensas de la aportación en las bandas, con las parejas Delmás-Lago Junior y Cristian-Febas.
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El Zaragoza no se cortó a la hora de mostrar su principal baza ofensiva: castigar a los laterales blanquiazules. Bebé, que está de dulce, puso en aprietos a Delmás –también poco respaldado debido a la presencia de un solo medio de contención, Genaro–, aunque también es cierto que el maño sí se dejó ver en varias acciones en ataque. Dejó un par de centros potables y un pase interior en la única aparición en el área de Fran Villalba, que falló en la definición por no levantar la cabeza y tratar de buscar a algún compañero. En el otro costado Cristian cumplió.
El exceso de juego combinativo, ese mal endémico que no se consigue desterrar, facilitó la tarea del Zaragoza, que se limitó a juntar hombres cerca de su frontal para evitar fisuras. Y como además es un equipo que no necesita muchos toques para llevar la pelota con rapidez a la zona contraria, con el paso de los minutos el verdadero peligro estuvo en la parcela malaguista conforme se acercaba el descanso. Un error garrafal de Genaro (cesión atrás tan absurda como aquella de Jozabed en Eibar) acabó con la milagrosa aparición de Ramalho bajo los palos para evitar el gol de Giuliano. A renglón seguido Bebé obligó a lucirse a Rubén Yáñez en un tiro raso ajustado al palo derecho. El Málaga pedía el descanso a gritos.
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Consciente de que el Málaga necesitaba más presencia arriba dada la falta de llegada desde la segunda línea, Pellicer introdujo a Rubén Castro tras el descanso para jugar con dos puntas. El sacrificado fue N'Diaye, desorientado en zonas intermedias. La reanudación no pareció ofrecer novedades en principio, pero probablemente el técnico blanquiazul incidió en el vestuario en la necesidad de estar más agresivos porque iba la vida en ello (el equipo no había cometido faltas en la primera mitad).
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En cuanto el partido se abrió un poco, el Málaga encontró más hueco y, al fin, Fran Villalba se asomó a la frontal. No necesitó más porque un finalizador como Rubén Castro hace fácil cualquier remate. El grancanario no perdonó e igualó a Quini como el máximo goleador nacional en el fútbol profesional español, pero sobre todo su gol supuso desprenderse de una mochila insoportable. El equipo resucitó de un plumazo, se puso el traje de faena y al mismo tiempo decidió buscar la portería con la verticalidad que tanto se ha echado en falta. Lago Junior apuntaló el triunfo con un soberbio tiro de rosca que se apoyó en la base del palo (como el triple de Osetkowski contra el tablero en la final de Badalona) y ya nada podía frenar al conjunto blanquiazul. La fiesta fue completa con una antológica vaselina de Rubén Castro (servicio de su socio, Álex Gallar) que le sirvió para entrar en la historia. Superar al 'Brujo' son palabras mayores. Ojalá sea el preámbulo de que lo mejor está por llegar para un Málaga que pasa del drama a la esperanza. Ni él ni Rubén Castro van a rendirse. Sí se puede.
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