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Sekou al fin volvió. Con mejor apariencia física e incluso un gol, aunque el remate se produjera tras un semifallo. Llamó la atención la palmada ... en la espalda del entrenador malaguista al ariete cuando llegó el momento de su entrada en el campo, incluso dejando en un plano secundario durante unos instantes al sustituido, Antoñín, que había sido el más entonado del ataque. En cierto modo el caso del hispanosenegalés viene a ser como un 'déjà vu' para Pablo Guede, porque pretende que su pupilo reviva, como le ocurrió a él en 1998.
No es un secreto que la situación de Guede varió considerablemente en los primeros meses de aquel año. Sólo se recuerda la espectacular explosión del delantero en la liguilla de ascenso (marcó en cinco de los seis encuentros, incluidos tres goles ante el Terrassa en la cita decisiva), pero aquella temporada el hoy entrenador malaguista vivió un calvario tras la llegada del Xerez, con críticas generalizadas de aficionados y periodistas, casi en el ostracismo y a la sombra, por ejemplo, de Sabino, un futbolista que había llegado cedido desde el Badajoz. En la Liga el hispanoargentino sólo participó en doce encuentros, cinco de ellos en la recta final del campeonato, cuando ya comenzó a exhibir su mejor forma.
El aterrizaje de Guede en el Málaga no fue el esperado y en el arranque de 1998, tras jugar los partidos completos frente al Guadix y al Motril y ser suplente ante el San Pedro, comenzó a verse en el ostracismo. En aquel momento hasta se le deslizó al presidente, Fernando Puche, la conveniencia de descartarlo. Sin embargo, el segundo entrenador y preparador físico, Antonio Tapia, apostó en firme por él, convencido de que con un plan específico podía alcanzar un nivel físico envidiable con vistas a ser crucial en la liguilla de ascenso. Y acertó de pleno.
Durante más de cuatro meses y medio Guede estuvo casi desaparecido. De hecho, sólo participó en tres encuentros –contra el Polideportivo Almería, el Manchego (el partido que supuso el punto de inflexión en una noche gélida en Ciudad Real) y el Mar Menor– hasta que el 19 de abril jugó media hora contra el Motril. En los cinco últimos partidos de Liga el delantero ya era otro y hasta marcó dos goles, el preámbulo a una liguilla espectacular con siete tantos en los seis compromisos.
Desde que empezó el año, Sekou apenas había tenido participación. Más allá de sufrir dos contratiempos físicos (aunque sólo le impidieron faltar el fin de semana siguiente), internamente existía un gran malestar porque se consideraba que el futbolista se había 'dejado llevar'. En los diez partidos con Natxo González, el técnico vitoriano sólo lo utilizó en tres (con un total de 28 minutos) y muy a su pesar. Siempre que actuó, al delantero centro se le vio sin chispa e incluso con síntomas de sobrepeso.
Nada más llegar Guede, mantuvo una conversación con él (como el propio Sekou confesó tras el partido en Leganés) y durante las dos semanas los mimos del hispanoargentino y del segundo entrenador, Bravo, han sido constantes. El futbolista agradeció el pasado sábado «la confianza y la oportunidad» y aseguró que lleva «desde enero trabajando duro todos los días», aunque su apariencia física en la actualidad dista bastante de la ofrecida no hace tanto.
De este modo, Guede vive con Sekou un 'déjà vu' y está empecinado en recuperar al ariete para que sea decisivo en la recta final de la Liga, como le ocurrió a él en 1998. Claro que también el hispanosenegalés sabe que tras otra temporada casi en blanco también se juega su futuro en el Valladolid o en otro equipo.
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