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Año nuevo, vida blanquiazul nueva. Ese es el deseo del malaguismo después de un 2022 nefasto, con hasta cuatro entrenadores, sin un solo síntoma de esperanza y, sobre todo, con la desesperante sensación de un Málaga perdedor, sin alma ni corazón, sin piernas ni ambición, ... sin contundencia atrás ni peligro arriba. Dos puntos por debajo de la permanencia y tras 19 de las 21 jornadas de la primera vuelta en zona de descenso –las excepciones se produjeron en la tercera y la cuarta– y hasta ocho como colista, toca remontar para no abandonar el fútbol profesional y verse sumido desde junio en el pozo de la 'Segunda B de Rubiales'. Pepe Mel, que llegó como salvavidas tras el estrepitoso fracaso de Pablo Guede y ha cumplido sus primeros cien días en el banquillo blanquiazul (el pasado viernes, 30 de diciembre), tiene por delante numerosos retos para reflotar a este Málaga que tiene sumidos a sus aficionados entre la desesperación y la resignación, aunque también esperanzados en que de una vez por todas la dinámica cambie.
El mejor síntoma en el triunfo frente al Alavés con el que se cerró la Liga en 2022 (la Copa, desgraciadamente, fue otro cantar) fue una mayor brillantez como colectivo. Y frente a un rival de empaque. Hasta el momento el Málaga no ha conseguido mostrarse como un bloque medianamente sólido, hacia atrás y hacia adelante, cuando debe ser la principal prioridad en esta categoría. Ahí está el ejemplo del Burgos, sin grandes futbolistas desequilibrantes e incluso con una plantilla relativamente corta. Si no se resuelven defectos como la distancia entre las líneas o una mayor capacidad asociativa en campo contrario –por poner dos ejemplos–, la remontada será más complicada.
El triunfo frente al Alavés llegó también gracias a que el equipo mantuvo la puerta a cero. En lo que va de temporada sólo lo ha conseguido en cuatro de los 21 encuentros –todos, en la etapa de Pepe Mel–, lo que explica la delicada situación clasificatoria del Málaga y las constantes dudas. Verse con el marcador en contra dispara la falta de confianza cuando no se termina de encontrar el rumbo, y en el caso del cuadro blanquiazul ha derivado en una peligrosa ansiedad. Es imprescindible mejorar notoriamente en la contundencia defensiva, una expresión que no sólo atañe a los centrales o a la cobertura, sino a todos los futbolistas y, en particular, a aquellos que deben aportar equilibrio en la medular.
En una categoría en la que escasean los espacios y prima la igualdad, los triunfos suelen llegar por una acción individual, un error garrafal del contrario o un cierto factor sorpresa. El papel de los laterales es vital en el fútbol moderno y, por supuesto, en la Segunda División. Salvo en acciones muy puntuales, el Málaga careció de laterales en toda la primera vuelta. Juanfran, Bustinza, Ramalho, Javi Jiménez, Víctor Olmo (hasta que se lesionó) y esa anécdota llamada Lumor han supuesto un lastre atrás y arriba. Ya ha llegado Delmás para la derecha y nunca se ha descartado otro recambio para la izquierda, pero Mel debe ingeniárselas también para que sumen de otra forma (con otro estilo) o para que su papel no sea tan necesario gracias a que otras piezas tengan más responsabilidad.
Con la llegada de Mel se dio por seguro que el equipo descansaría sobre la figura de N'Diaye en la estructura defensiva. Sin embargo, su aportación nunca ha sido la esperada y, lo que es peor, se ha devaluado tanto que ha quedado relegado a la suplencia, en beneficio de un futbolista como Genaro, que hace nada parecía condenado al ostracismo. Hasta qué punto le pasa factura al internacional senegalés su estancia en una liga tan escasamente competitiva en los últimos años es una incógnita a despejar en los dos próximos meses. Mel asume que debe darle margen para que recupere su mejor tono porque al Málaga le va la vida en ello, pero la necesidad aprieta y los triunfos y el mejor N'Diaye no pueden demorarse.
Igual que se incidía en el papel estelar de N'Diaye en el Málaga de Mel, con la llegada del técnico madrileño también se dio por seguro que el equipo jugaría en ataque en torno a la figura de Rubén Castro. El balance del grancanario es desolador: tres goles en quince encuentros en esta segunda etapa, dos en servicios desde las bandas (de Álex Gallar y Cristian) y otro en un disparo desde fuera del área (frente al Granada). Pero, más allá del dato, lo peor es esa sensación de intrascendencia del fichaje más caro de la plantilla, casi insólita en la trayectoria del ariete. Es evidente que el objetivo de construir un Málaga para aprovechar las virtudes de Rubén Castro no se ha conseguido ni por asomo, así que la principal tarea en el capítulo ofensivo pasa por encontrar argumentos que permitan evitar esa 'desconexión' del 24 malaguista. Porque, además, de momento Fran Sol no ofrece garantías (lleva un solo gol) y Loren aporta pelea y trabajo sin balón pero aún no ha marcado.
¿Cómo enganchar de nuevo a Rubén Castro? Desde luego, en el Málaga se ha vuelto a constatar que con centros medianamente potables el grancanario posee un alto nivel de resolutividad. Su capacidad para rentabilizar el desmarque adecuado es innata, pero más si cabe si el servicio desde las bandas le permite un mínimo margen para zafarse de la marca de los centrales (no necesita más). Las incorporaciones invernales están centradas precisamente en los flancos después del fiasco en la planificación con los laterales y de la incapacidad de la dirección deportiva para hacer frente al despropósito de Pablo Guede de apostar de salida por un estilo sin extremos. Además, el mejor 'socio' de Rubén Castro, Álex Gallar, sólo estuvo disponible en nueve de los 21 encuentros...
Es obvio que las dificultades del Málaga para sumar puntos y victorias han tenido su origen en esa dinámica antes referida de que el equipo ha recibido al menos un tanto en casi todos los partidos. Evidentemente, eso se habría compensado si hubiera tenido más gol (como por otra parte se esperaba). Mel no sólo no lo ha conseguido, sino que además el balance ofensivo es más pobre que con Guede (0,73 por partido frente a 0,83 de su antecesor). El argumento de que se buscaba más control en los encuentros que con el hispanoargentino cae por su propio peso dada la manifiesta dificultad para mantener la portería a cero. La conclusión es sencilla: con uno u otro entrenador se ha echado en falta más volumen de ocasiones. Y ahí el técnico blanquiazul debe incidir para que se priorice el colectivo a la hora de combinar con el fin de que el Málaga sea, por fin, un equipo contundente en el último cuarto de campo. Dicho de otra forma, que los numerosos medios punta dejen de hacer la guerra por su cuenta.
En una categoría en la que la estrategia da y quita demasiados puntos, el Málaga ha mostrado hasta el momento un aspecto fantasmagórico en esta faceta. En el capítulo defensivo han sido continuos los descuidos en las marcas en las acciones a balón parado, lo que ha facilitado remates demasiado cómodos de los contrarios. Y en el ofensivo, de momento apenas ha ofrecido peligro. Los lanzadores han estado en líneas generales a un nivel bajísimo y, en lo que respecta al remate, las opciones claras (o al menos las aprovechadas) han sido más bien escasas.
Eso sí, la remontada del Málaga no sólo pasa por el estilo, el sistema, la elección de jugadores o los cambios tácticos por parte del entrenador. La aportación de los futbolistas en la primera vuelta fue casi ridícula, así que la permanencia también queda condicionada a un crecimiento en el plano individual y a la obligación de que muestren más capacidad para desequilibrar, más ambición, más sentido colectivo y, por supuesto, una entrega sin límites. Porque entonces llegará la verdadera dificultad para Pepe Mel, escoger bien entre una variedad de opciones, y ese será el mejor síntoma de que el equipo deja de vagar como alma en pena por la Segunda División para conseguir la permanencia.
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