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Cuando la pasada temporada, a finales de enero de este año, Natxo González debutó en el campo del Mirandés como entrenador del Málaga y mantuvo la misma estructura en el centro del campo (de preocupante fragilidad) las sensaciones fueron escasamente esperanzadoras sobre su futuro en ... el banquillo blanquiazul. Casi siete meses después el equipo comparece en Anduva de la mano de Pablo Guede sumido en un bucle peligroso debido a que el libro de estilo del entrenador no da sus frutos y depara una inusual unanimidad respecto a un cambio de planteamiento tan inmediato como necesario. Los fantasmas sobre una nueva temporada decepcionante sólo desaparecerán con un triunfo esta tarde (19.30 horas).
En la víspera de la comparecencia del entrenador malaguista salió a escena Bustinza, uno de los futbolistas del equipo más curtidos a nivel profesional –y, por consiguiente, buen conocedor de la categoría–, que dejó mensajes elocuentes que se antojaban dirigidos al entrenador y a su filosofía de juego. «Estamos trabajando sobre conceptos simples y básicos. Cuando se cometen muchos fallos, lo que hay que hacer es volver a lo básico y sentar unas bases. Es decir, simplificar las cosas», recalcó. Y posteriormente se refirió al argumento de la polivalencia en la plantilla: «Poder cambiar jugadores y formas de jugar en función de lo que se necesite es algo muy rico, pero estamos en ese momento de encontrar el equilibrio y encontrarnos cómodos en un sistema y generando situaciones con las que nos sintamos poderosos».
En dos reflexiones Bustinza incidió en los problemas de este Málaga de Guede: se ha apostado por algo extraordinario sin sentar las bases (de ahí el verbo 'simplificar'), se requiere equilibrio (sin hacer experimentos con la polivalencia de los futbolistas) y conviene apostar por otro sistema (a tenor de sus palabras, para no sufrir, para crear más ocasiones y para exhibir la fortaleza ofensiva del equipo). La lectura entre líneas de las declaraciones del excapitán del Leganés (precisamente baja a última hora por lesión) refleja, como uno no recuerda, la obligación que tiene el entrenador –y por extensión el cuerpo técnico– de cambiar sus ideas para no morir en el intento.
Porque a nadie se le escapa que una nueva derrota dejaría a Guede contra las cuerdas y convertiría el próximo partido, en casa frente al Albacete, en un plebiscito sobre el entrenador y también sobre el director deportivo. No es el Mirandés un equipo que tampoco esté para tirar cohetes. Como le sucede al Málaga, cuenta con una amplísima lista de fichajes y todavía está en fase de acoplamiento, sólo que la mayoría de sus incorporados son jóvenes y con escasa experiencia en la categoría, como suele ser la política del club. La excepción es Manu García, uno de los estandartes del Alavés, que ha regresado a España tras un breve periplo en Grecia.
Ni siquiera el empate aliviaría el desconcierto que se vive en torno a este Málaga confeccionado (al menos en ataque) para pelear por la zona alta. Urge ganar para despejar dudas, pero al mismo tiempo urge olvidarse del continuo juego por dentro para crear peligro (porque ya el Burgos le cogió el tranquillo en la primera jornada) y encontrar cierta cohesión que permita no sufrir en las transiciones del contrario. El rival de esta tarde parece contar con muy poco –especialmente en defensa–, aunque los tres escoltas del espigado delantero centro Raúl García pueden aprovechar con los movimientos de espalda de este los errores en la posición escalonada de los elementos blanquiazules de contención. Guede y el Málaga deben salir del bucle.
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