Tres puntos en cuatro partidos y un promedio de dos goles encajados. La trayectoria del Málaga no se corresponde ni por asomo con las expectativas generadas tras la confección de una plantilla, esta vez sí, con suficientes recursos económicos. El pretendido salto de calidad no ... se ha producido –más allá de los detalles en la visita al bisoño Mirandés– y en la quinta jornada ya afronta un examen final. No es una exageración expresarse en estos términos por más que sea septiembre y por mucho que el curso esté en pleno arranque. La Rosaleda se expresó hace una semana con la contundencia necesaria para que el entrenador (centro de las críticas) y los jugadores estén a la altura. En El Alcoraz espera un Huesca también dubitativo en la nueva etapa con Ziganda y reforzado tras su cómodo triunfo ante al Ibiza (3-0).
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Hoy, más que nunca, urgen cambios en el Málaga. Básicamente por dos razones. La primera obedece a la necesidad de otro estilo, de un equipo menos expuesto defensivamente, más firme en la contención, alejado del encorsetamiento al que lo ha sometido Pablo Guede por su obcecación en estrecharlo, en jugar 'por dentro'. La segunda guarda relación con el adversario. El Huesca está aún en periodo de adaptación al librillo de Ziganda y superó con claridad a uno de los adversarios más débiles en el primer mes de campeonato, pero a priori cuenta con argumentos suficientes para amargar la noche a los blanquiazules si muestra las virtudes habituales en los conjuntos del navarro. Ahí está el ejemplo de los dos años y medio últimos del Oviedo: 4-4-2 con las líneas muy juntas, fortaleza interior, movimientos en bloque para ganar metros o replegarse, cambios de orientación para desahogar el juego, búsqueda continua de centros al área, envíos en largo para aprovechar la segunda jugada con uno de sus puntas...
El Málaga, tan huérfano y frágil en las bandas (en defensa y en ataque), deberá ofrecer nuevos argumentos tácticos para salir del carril y encontrar el factor sorpresa. Es el Huesca el polo opuesto, con un centrador de primer nivel en la izquierda (Marc Mateu, no hace tanto relegado a la posición de lateral) y un escurridizo extremo camerunés en la derecha (Soko) que hace dos semanas sorprendió al Albacete casi en la primera jugada del encuentro.
A Guede le corresponde dar el deseado golpe de timón para cambiar la dinámica del equipo. En Miranda de Ebro renunció a su ideario con la apuesta de salida por un 'doble pivote' (Genaro-Escassi), aunque el partido se ganó más por talento de los futbolistas de ataque que por equilibrio. La llegada de N'Diaye puede contribuir a conseguir este último objetivo, pero los males del Málaga no se centran en cuestiones individuales, sino en la solvencia del colectivo. Por eso la afición fue un clamor después de que un recién ascendido le sacara los colores en siete minutos.
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Para el Málaga, pero sobre todo para Guede, hoy toca examen final a mediados de septiembre. Cierto es que la semana que viene, en Tenerife, puede tener otro de recuperación en caso de suspenso. O no en función del calado del descalabro. Mejor pensar en un punto de inflexión como aquel partido frente al Manchego en Segunda B, en enero de 1998, el origen de una racha que luego se culminó con el ascenso.
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