El Málaga ya le ve las orejas al lobo. Incapaz una vez más de ganar en casa, su ventaja sobre el descenso se reduce a dos puntos después de otra decepcionante actuación. Frente a un Oviedo que prefirió guardar la viña y dejarse dominar para ... no pasar apuros, el equipo blanquiazul desperdició el ambiente favorable de La Rosaleda y dejó constancia de su incapacidad en la primera parte y, lo que es peor, de sus miedos en la segunda. A estas alturas un punto no le saca de pobre.
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Conste que el malaguismo no falló. Si no en el número esperado (casi 22.000 espectadores, aunque diera la sensación de que había más de tres cuartos de entrada), sí en el ambiente necesario porque La Rosaleda rugió desde el principio al incansable son de la Grada de Animación. Guede recurrió esta vez a esa pantera que apenas ha dado zarpazos de blanquiazul, Sekou. La presencia del hispanosenegalés, visiblemente más delgado y con cierta capacidad intimidatoria –aunque en algunos movimientos volvió a mostrar poca frescura–, no fue la única novedad en una alineación más o menos esperada. En el lateral izquierdo apareció el filial Víctor Olmo, de indudable crecimiento esta campaña, beneficiado por las dudas e intrascendentes actuaciones de Cufré.
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El Oviedo, que no acumula por casualidad seis victorias seguidas, ni se inmutó por la presión ambiental y quiso controlar el partido de salida. En ocho minutos había forzado tres córners y una falta lateral. Al Málaga le pilló a contrapié que su rival moviera la pelota por dentro con cierta fluidez, con Javi Mier y Brugman en esa función asignada en el cuadro local a Jozabed y Febas.
El Málaga se repuso pronto con menos riesgos en el comienzo del juego –incluso con Genaro entre los centrales– y también tratando de combinar a uno o dos toques. Antes del cuarto de hora el partido pasó a tener control netamente blanquiazul. Tres córners sirvieron para alimentar la ilusión, pero muy pronto el Oviedo pasó a jugar a lo que más le gusta, con las líneas juntas y obligando al adversario a ataques estáticos. Y así, sin espacios, ya se sabe que el equipo blanquiazul muestra más carencias. Combinó apariciones por ambos flancos y también encontró a Febas para superar líneas con la pelota controlada, pero los centros fueron demasiado previsibles, cuando no inocentes, y tampoco Sekou podía con una pareja de centrales que pasa por ser una de las más sólidas de la categoría. La lesión de Jozabed a la media hora obligó a Guede a recurrir a Ramón, que entre líneas ofrece mucho menos que el sevillano. La única opción clara le cayó a Vadillo en el minuto 35, con un remate flojo, en una acción que había nacido de un pelotazo de Escassi en una cesión comprometida de Lombán. El balance de la primera parte no pudo ser más desalentador: ninguna ocasión clara pese a tanto dominio y tanto empuje desde la grada.
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En la reanudación el Málaga salió muy agarrotado, una sensación cada vez más preocupante conforme pasaban los minutos. Por fortuna, la salida un tanto avasalladora del Oviedo no tuvo continuidad, también por cierto afán a arriesgar lo mínimo. Las dificultades blanquiazules para llegar al último tercio de campo fueron muy notorias, con Brandon desaparecido, Ramón perdido en zona de nadie y Vadillo limitándose a centros sin exponer. Como tampoco los laterales aparecían, el juego consistió en continuos toques horizontales entre los centrales y en intentos de Febas que se estrellaban una y otra vez en la muralla de contrarios.
En el ecuador de esta segunda parte ya se escuchó el «Échale huevos». El Oviedo se desperezó con un par de avisos y Guede introdujo dos cambios, uno de ellos Chavarría, cuyo estado de forma no parece el más adecuado. Los miedos se apoderaron de los futbolistas –más visibles, sobre todo, en Genaro en la salida de la pelota– y muy a última hora y sin cambiar el guion el técnico volvió a mover ficha con Paulino y Roberto. El partido murió con el cuadro asturiano metido en la parcela malaguista y con la afición casi dando por bueno el punto ante la desesperante falta de calidad y personalidad de un equipo desplomado desde noviembre y que ya no tiene margen de error en tres finales.
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