E l lunes, en Soria, como si hubiera sido en 'Matalaguarra de Arriba', valgan las distancias y el respeto. El Málaga de esta etapa se repite más que el ajo, como dicen por estos pagos. De los treinta partidos disputados bastaría elegir uno y ... seguro que si los de Muñiz actuaron de visitantes, ofrecieron un mal primer tiempo, unos minutos brillantes en la continuación, y Munir salvando el marcador a última hora. Es como si te obligan a ver una mala película por segunda o tercera vez. Esta vez tocó en Soria, la segunda capital de España con menos población, sobre 39.000 habitantes. En terreno numantino, el segundo más elevado sobre el nivel del mar, el nuevo Los Pajaritos, desde 1999, que cuenta con calefacción de categoría para las 8.000 plazas.
El lunes se encendió, era recurso para mitigar el frío. A la hora del encuentro había tres grados para los pocos espectadores que acudieron al campo. El Málaga marcaba el reciente pasado desde que se anunció la alineación, con algún cambio impensable. Y, eso sí, Renato en el titular. Algún día el míster dará razones. Volvía Mula y Seleznov, que desde el primer minuto era del once. ¿Dónde, cuándo y cómo hizo méritos el ucraniano para no estar en el banquillo o en la grada?
La primera parte no pasó de sosa, aburrida, preñada de voleones y decepciones al contrario. El de casa, un equipo inseguro atrás, individualista en el centro, y arriba cada uno con más voluntad que otra cosa, se las ingeniaba como podía. El Málaga, fiel a la horizontalidad, con tres toques colocaba un balón que se encontraba merodeando el área de Juan Carlos, en las manos de Munir. En el minuto 8, Unai Medina, el capitán, en un rechace de córner empalma desde lejos un potente remate que se estrella en la base del poste izquierdo. El jugador rojillo se lesionó en la acción. Y en el 39, otro balón, este al larguero rematado por David Rodríguez, en el que Diamanka que anduvo listo, marcó de cabeza. El 1-0 al descanso era justo, en una confrontación mala, mala, mala.
En el segundo tiempo, más de lo mismo. De salida, unos minutos en los que los malaguistas parecía que se iban a comer el partido. En el minuto 49, Ricca, a la salida de un córner y de preciso cabezazo, manda el balón a la red. Se acabó lo que se daba. El Numancia, con el quiero y no puedo, y el Málaga con el 'canguelo' del no se qué, juegan más libres, pero los errores se repiten. Eso sí, Munir, que por alto había estado impreciso un par de veces, realizó el paradón de la noche al rechazar un remate de Higinio a un par de metros. Con otro balón más a la madera de los locales, se acabó. Bueno, no. Se repitió el Málaga que nos tiene acostumbrados, al que Muñiz después de los partidos valora y afirma que está bien para la recta final.
El Numancia, uno más de la mitad de la tabla de abajo, justificó en el campo sus precariedades, y el Málaga, correcto en defensa, con Iván sin aprovechar el espacio en la banda derecha, a veces me hizo recordar a Cifu. En el centro, la voluntad e ineficacia de Keidi, mientras que N'Diaye, otra vez más adelantado, estuvo al mejor nivel. Adrián, irregular, y Seleznov haciendo bulto acompañado de Renato y Mula en las bandas, pero sin juego. Después entraron Hugo, que no disimuló su verdor, y Blanco, el del juego de espaldas, como demostró en una serie de faltas que provocó muy bien. Y esto es lo que hay. Lo que se ve y repite más que el ajo. Y el obligado recuerdo a la afición. Sigue siendo de Primera. Siempre.
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