Dicen y repiten que la Segunda División es así. Ni una palabra más. Lo cierto es que miles de seguidores malaguistas viven en cada encuentro la misma sensación, o similar, desde el primer minuto. Según el curso del marcador, los sentimientos en la grada se ... repiten. Me explico: el Málaga actual emociona, pero no enamora. La frase es del amigo Adolfo Lázaro, exjugador que reconoce que el equipo marcha, pero a costa de ansiedad en la parroquia con esa intensa sensación que marca el estado de ánimo ante la incertidumbre. No hay más que fijarse en las expresiones de cualquier amigo, antes y al término de un triunfo.
En el Málaga-Cádiz disputado hace cuatro díaslos dos entrenadores presentaron planos muy parecidos para la confrontación. Aparte de significar máximo respeto al adversario, la afrontaron con ideas próximas. La respuesta de los jugadores con la interpretación del guion se calcó en la primera parte. Cerrar líneas, lo que evita que se repitan los toques. Numerosos pelotazos que en la caída del balón propiciaban numerosas faltas. La presión se convertía en férreos marcajes por zonas. Los profesionales de uno y otro equipo se entregaron, y al descanso, con únicamente dos o tres remates a puerta, las gafas se imponían en el marcador. El temor a un rechace o a una difícil intervención individual producía desazón.
Durante el tiempo de descanso parece que Muñiz y Cervera introdujeron ideas diferentes. El Málaga salió a resolver, y los amarillos, a contemporizar… A esperar un contragolpe. Los jugadores de casa propiciaron varias oportunidades. Dani Pacheco no aprovechó una y luego Harper marcó. La jugada fue invalidada por fuera de juego, y Dani Pacheco puso a prueba al meta visitante. Juanpi, que en esta segunda mitad estaba acertado, cedió su puesto a Ontiveros. Muñiz quería ganar. Cinco minutos más tarde llegó el gol. La jugada arrancó en Ontiveros, Harper, en la línea del fondo, lo hizo muy requetebién y su envío lo mandó Ricca al palo al que no podía llegar Cifuentes. Era el minuto 21 y volvimos otra vez a los compases del primer tiempo. El Málaga, a asegurar, y los de la tacita, a buscar. Poca cosa sucedió hasta el final. Claro que con un solitario gol en el luminoso, cualquier acercamiento producía sobresaltos. Muñiz acertó otra vez. Cervera, con la racha cortada. El octavo triunfo consecutivo no pudo ser.
Vamos con el árbitro, que merece capítulo aparte: el tinerfeño Trujillo Suárez, descendido de Primera en el pasado mes de junio, con la coincidencia de que su último partido en la máxima categoría lo pitó en La Rosaleda en un Málaga-Getafe que se llevaron los visitantes 0-1. Casi siete meses después el colegiado demostró por qué perdió la categoría. Antes del partido lo vimos sonriente, confiado… Después, según los jugadores del Cádiz, les pidió perdón porque no vio el claro penalti de Pau. Claro que tampoco se enteró de la agresión de Garrido a Juanpi que casi le destroza la nariz. Ni observó la tonta y absurda obstrucción de N'Diaye que le suponía la segunda tarjeta y la expulsión. No señaló falta para uno y otro lado, ni clarísimos saques de esquina. Si no sirve para Primera, ¿va a cambiar en Segunda? Quizá este sea otro momento por el que dicen que la Segunda es así, distinta, imprevisible.
Muñiz sacó el resultado que vale tres puntos. El equipo, 18 jornadas después, sigue arriba. Con el plantel que tiene entiende la categoría y mantiene al equipo en la zona de privilegio. El Málaga juega por fases. Según los marcadores. Sin embargo, los resultados le dan la razón al míster. Y en cuanto a los 14 que saltaron al césped, con un aprobado general, sin pasarse, están calificados. El Málaga, una vez más, ganó. Buena nota en entrega tras una actuación con acento malagueño, como los cafés, 'mitad y mitad'. Eso sí, con máximo premio con un juego que emociona pero no enamora. En noche gélida, la afición, tan caliente como siempre.
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