Un chispazo de fortuna da aire al Málaga

Porque los aplausos están baratos en Martiricos. Esa es la conclusión a la que se llegaba una y otra vez durante la primera parte ofrecida por el Málaga frente a la Ponferradina. Ni los cambios introducidos por Pepe Mel en el once (hasta cinco esta vez) ni una semana más de trabajo sirvieron para ver hasta el descanso algo más que ese equipo ramplón, sin recursos en ataque y terroríficamente frágil. Porque a estas alturas ya no cuela sólo la excusa de la planificación. La Ponferradina, simplemente aseado, se bastó con dos líneas juntas y con un puñado de salidas con convicción –toda la que les falta a los futbolistas blanquiazules– para sembrar el miedo cada vez que merodeaba el área local.

El comienzo ya fue elocuente, con un Málaga que parecía el visitante y un adversario venido arriba gracias a que casi en la primera acción ningún jugador local sabía sacar la pelota desde el fondo. No tardó en producirse el primer susto, un gol anulado por claro manotazo al balón de Agus Medina después de que Rubén Yáñez, de nuevo, no blocara una pelota fácil. El VAR intervino para corregir a Ávalos Barrera y, de paso, dio un plus de motivación a los blanquiazules.

Pero no basta con tomar la iniciativa. De nuevo el Málaga fue ese equipo incapaz de crear juego entre líneas. Y si en las últimas tardes había encontrado a Cristian, esta vez le tocó el turno al otro extremo canterano, Haitam. Él y sólo él fue el único recurso en un equipo lastrado por la lentitud de Escassi, la presencia de Febas como medio centro (alejado de la zona de peligro), las apariciones de mentira de Fran Villlaba (recibiendo entre los centrales en vez de exponer en la media punta, en el bosque de piernas), la intrascendencia de Cristian y, cómo no, la nula aportación de los laterales. Porque si Lumor jugó con el freno de mano echado, temeroso de que lo sorprendieran por su banda (y aun así lo hicieron), la actitud de Juanfran fue sonrojante. Ni una sola vez dobló a Haitam y se limitó a ver pasar los minutos sin subir.

Con todo, el Málaga pudo marcharse con ventaja al descanso. Fue, como es lógico, en una acción de Haitam, omnipresente para romper una y otra vez a Ale Díez, un diestro de lateral izquierdo. Rompió por velocidad a su par en un envío en largo de Burgos y forzó el penalti gracias a un placaje del meta Makaridze. En el colmo de las desdichas para él y para el equipo, Rubén Castro falló.

Los aplausos sí fueron más merecidos tras el descanso. Mel introdujo a Hervías por el lesionado Haitam y apenas se había cumplido medio minuto cuando Rubén Castro, con un toque sutil, avisó a la Ponferradina. El flamante técnico visitante, David Gallego, había permutado a sus laterales, ambos diestros, para protegerse en la izquierda. Apenas habían pasado los diez minutos y llegó otro cambio que a la postre resultó talismán, la entrada de Dani Lorenzo. En menos de un minuto la fortuna, tan esquiva hasta ahora, al fin sonrió en un chispazo que ojalá suponga un cambio de tendencia: gol en propia puerta de Erik Morán al golpearle el balón en el muslo tras el córner botado por Fran Villalba.

Al gol se sumó el control durante diez minutos y probablemente los minutos de más confianza del Málaga en toda la temporada. Dani Lorenzo y Cristian se juntaron en la izquierda y, sobre todo, transmitieron una energía que encendió a la grada. Por más cambios que introdujo el técnico visitante y por más imprecisiones de los locales, el equipo supo sufrir arropado por una afición entregada. También acompañó la fortuna en la recta final, con un remate visitante que golpeó en Febas y un disparo de Yuri en la última jugada que fue precisamente donde estaba Yáñez. El «Sí se puede» atronó en La Rosaleda.