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Las caras en las ‘parchiladas’ (las partidas de parchís) en el viaje de vuelta desde el País Vasco nada tenían que ver esta vez con las observadas en la ida. Como en el popular juego que tiene su origen en India en el siglo XVI, ... el triunfo en Anoeta fue para el Málaga como comerse una ficha y contar veinte. Es sólo un paso para ganar la partida, eso es obvio –y conste que no lo ocultan los componentes del equipo–, pero la satisfacción esta vez no fue contenida, sino evidente. «Y esto es sólo el comienzo; ya habíamos hecho méritos para dar este salto», recalcan en la plantilla.
Porque el Málaga es todavía penúltimo y aún distanciado de la permanencia –la desventaja se mantiene en cuatro puntos–, pero el duelo frente a la Real Sociedad era a vida o muerte. Perder, quedarse a siete puntos y, sobre todo, verse con el ánimo por los suelos, o dar un golpe encima de la mesa y mantenerse al acecho con un «aquí estamos todavía». El triunfo en Anoeta tiene un efecto muy superior a los otros dos obtenidos anteriormente, frente al Deportivo y al Celta. Por varias razones. Pero especialmente porque es un mensaje a los rivales directos de que el equipo no va a rendirse.
Precisamente nueve días antes, con motivo de su visita a Málaga, el entrenador del Levante, Juan Ramón Muñiz, fue contundente al conversar con amigos del Málaga sobre la situación del equipo blanquiazul: «Fuera de Málaga nadie piensa en el Málaga como un posible descendido porque la clasificación no refleja los partidos que ha hecho». Como se puede comprobar, el mensaje guarda gran similitud con el que han trasladado con frecuencia los componentes del plantel malaguista. Todos coinciden en que se mereció más recompensa en Gerona, Sevilla, Villarreal o el Calderón, por citar algunos ejemplos.
Los primeros puntos a domicilio sirvieron también para mirar hacia arriba gracias al espaldarazo moral que supone enlazar dos partidos sin encajar gol (además, los dos primeros de la temporada). «Ya dijimos que esto va a ser muy largo», subrayan en el equipo para aludir a que equipos que se habían distanciado están otra vez en la pelea. Son los casos del Betis (el próximo rival, el lunes que viene en La Rosaleda), el Girona o el Levante. Es decir, que el grupo de rivales no se ciñe exclusivamente al Deportivo, al Alavés o a Las Palmas, sin olvidar que el Eibar estaba abajo hace más bien poco. «Nadie puede descuidarse», recuerdan.
Cualquier aficionado malaguista comienza a hacer cuentas para la recta final de la primera vuelta. En el calendario figuran dos encuentros en casa (frente al Betis, el próximo lunes, y al Espanyol, el fin de semana de Reyes, en fecha aún por definir) y otros dos a domicilio (en Mendizorroza frente al Alavés, el día 21), y en Getafe, el segundo fin de semana de enero). Nadie puede negar que es crucial no sumar menos de cuatro puntos en las dos últimas citas de 2017, porque supondría acabar el año con al menos 15 puntos, una cifra valiosa después de 17 jornadas disputadas y, sobre todo, del nefasto arranque liguero. Pero, ¿cuál es la opinión de los componentes de la plantilla? En ese aspecto es importante que nadie quiere hacer públicamente cuentas sobre las perspectivas en lo que queda de primera vuelta, aunque los futbolistas son personas y, como sucede con cualquier seguidor blanquiazul, también ellos hacen cálculos. Lo que sí subrayan todos –y esa es una máxima que ha inculcado Míchel– es que va a ser fundamental abstraerse de lo que hagan los demás rivales en cada jornada. «Nosotros debemos ir a lo nuestro, sin fijarnos en lo que hagan ellos. Debemos pensar sólo en ganar todos nuestros partidos. Así no nos comemos el coco...»
«Esto tenía que llegar tarde o temprano», destacan miembros del equipo. De puertas adentro en el vestuario insisten en que desde la visita al Camp Nou la imagen del Málaga ha sido otra. «Es que los resultados con el Numancia (en la Copa) y el Levante no pueden tapar nuestra progresión», apuntan. Yes cierto que si se analizan esos siete encuentros la incapacidad para vencer al cuadro granota fue el principal lunar. En los otros seis partidos el conjunto de Míchel ofreció buena imagen en el Camp Nou y el Bernabéu, sumó tres victorias y perdió frente al Villarreal básicamente porque con el partido controlado trató de estirarse para buscar el triunfo y falló atrás.
Otro detalle relevante de lo que se vive internamente en el Málaga se centra en la mentalidad que se observa en los jugadores. Ellos son los primeros que son conscientes de que habrá que sufrir hasta el final y de que cada punto en juego en los dos últimos tercios del campeonato es fundamental para conseguir la permanencia. El compromiso es absoluto en el grupo.
Ver el esfuerzo tremendo de dos futbolistas no dotados precisamente para el trabajo de contención (Keko y Chory Castro) o el afán de Diego González por ofrecer un buen nivel como lateral izquierdo (debido a la acumulación de bajas) es la clara muestra de que los futbolistas, independientemente de las limitaciones archiconocidas, están muy ‘enchufados’. El Málaga comienza a sonreír. Sin sacar pecho y con humildad, pero con la convicción de que el intenso trabajo ya da sus frutos. Y también con la mentalidad de que, como ellos subrayan, «esto va a ser muy largo».
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