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El foco de la delicada situación del Málaga está en su planificación (Manolo Gaspar y Pablo Guede) y en el pobre balance con los dos entrenadores (Guede y Pepe Mel). Pero, ¿y los jugadores? Ninguno se salva en una lamentable temporada. No obstante, dentro de ... ese análisis llama la atención un detalle relevante: la casi nula aportación goleadora del amplio elenco de futbolistas habituados a moverse por zonas interiores del campo. De hecho, en la etapa del actual técnico –ya de cuatro meses– sólo uno de ellos ha visto puerta, Dani Lorenzo. El equipo está plagado de centrocampistas 'de balonmano'.
Pánico a pisar el área. Esa es una característica de este Málaga que hasta el momento no ha conseguido mostrar una de las virtudes habituales en los equipos dirigidos por Mel: la llegada con varios efectivos a la zona de remate. Uno de los grandes retos del técnico blanquiazul pasaba por integrar a Rubén Castro en la dinámica de juego y se ha conseguido a medias: al grancanario sí se le ha visto más participativo en varios de los encuentros, pero sigue estando muy solo en el área grande.
El Málaga está pagando con creces la falta de llegada de sus centrocampistas (o la baja forma de un especialista como Luis Muñoz). En una categoría en la que los jugadores de segunda línea tienen un papel estelar en la faceta ofensiva, la mayoría de los futbolistas interiores blanquiazules se empeñan en abusar del toque, en la mayoría de las ocasiones sin superar líneas, y en no optar por incursiones o por certeros envíos a la espalda para tratar de aprovechar un desmarque de ruptura. Claro que esta última situación tampoco tiene una influencia llamativa porque a la hora de la verdad el único que puede recibir la pelota es Rubén Castro, encima demasiado vigilado por los zagueros rivales. Y por esta razón cualquier centro desde las bandas, por muy potable que sea –que tampoco es habitualmente el caso–, tampoco encuentra excesivos rematadores.
El partido del pasado domingo en Eibar resultó, si acaso, más elocuente porque el centrocampista que ofreció más llegada fue el llamado a ejercer tareas de contención, N'Diaye, pero falló primero en una excelente dejada de Rubén Castro y después golpeó al aire en un centro de Javi Jiménez. Febas apareció sólo una vez dentro del área y de Fran Villalba y Jozabed, una vez más, no hubo noticias. Si al menos ensayaran con frecuencia el disparo desde la frontal, sería otra cantar. Pero raras veces se produce y, lo que es peor, casi nunca va entre los tres palos.
Paradójicamente, como ha destacado Mel alguna que otra vez, el Málaga cuenta con un exceso de centrocampistas, amén de otros que, como Álex Gallar, disfrutan más jugando 'por dentro'. Aun así, el único futbolista que ha marcado en este cuatrimestre con el técnico madrileño es precisamente quien ayer dejó la plantilla, Dani Lorenzo. Fue el 3-0 ante el Lugo (partido que acabó 3-2) en un contragolpe fulminante a raíz de un córner lanzado por el conjunto gallego. Entonces, Rubén Castro –autor de cuatro de los 13 goles en la 'era Mel'– se abrió a la derecha para atraer a dos jugadores y cedió al marbellí, que hizo un buen control antes de definir por bajo.
El Málaga debe mejorar en varios aspectos del juego, aunque es crucial que los centrocampistas dejen de parecer 'de balonmano', sin pisar el área, para que aporten goles y sean de verdad futbolistas desequilibrantes. De lo contrario, el equipo no dejará de ser previsible.
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