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El Málaga nos mostró en Valladolid las mil caras que le hemos visto en lo que llevamos de temporada: las buenas, las regulares y las malas, pero sacó un sufrido empate en un campo difícil ante un potente equipo que, sin embargo, no encuentra acomodo ... en esta categoría tan perra como es la Segunda. El 1-1 es, ante todo, un buen resultado, pero el equipo de José Alberto dejó un mal sabor de boca por un segundo tiempo en el que no tuvo ninguna ambición y, encima, cometió errores defensivos de bulto. El entrenador, José Alberto, como el equipo, también nos mostró sus debilidades, que no son otras que no saber atajar los cambios de sistema de los rivales y no hacer los cambios necesarios en los momentos oportunos. Así, pues, tras un brillante primer tiempo (salvo los 5 primeros minutos), el Málaga se dejó dos puntos en el Nuevo Zorrilla porque tras el descanso se vio superado de cabo a rabo por un rival nervioso y atolondrado, como Pacheta, su técnico, a la vez que excesivamente protestón y marrullero.
Llamaron la atención los muchos fallos en despejes de los malaguistas, algunos sorprendentes, que crearon situaciones de grave peligro; aparte sorprendía la falta de reacción del banquillo, porque todo el ataque del Valladolid se cebó en la zona de un Ismael Casas desubicado en exceso y muy nervioso, algo de lo que se percataron sus rivales, que una y otra vez lo buscaban por su banda.
En el haber malaguista, aparte el ya referido primer tiempo, la enorme voluntad y ganas de todos, pero con el reparo de la falta de ambición en el tramo final, con un 'echarse atrás' generalizado que dio alas a un Valladolid que conforme pasaban los minutos creía cada vez más en la victoria, algo por lo que antes del descanso nadie daba ni un duro entre sus aficionados, que, por cierto, protestaron todo lo que pasaba en el terreno de juego con inusitada pasión.
La emoción suplió los muchos fallos de unos y de otros, pero lo curioso es que ambos conjuntos terminaron el partido con la sensación de que podían haber conseguido algo más...
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