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En el fútbol moderno se habla de bloques alto, medio y bajo, según lo adelantado que esté la estructura defensiva de los equipos, y se pone mucho hincapié en la salida de la presión desde atrás para iniciar la jugada. Otro concepto muy en boga ... es el de atacar los espacios, al que suele recurrir muchas veces Sergio Pellicer en sus comparecencias al analizar los rivales. Quizás no habla sobre esto de su equipo, porque sabe que no tiene una plantilla especialmente dotada para ello. Sin embargo, este factor es cada vez más diferencial en el fútbol de nuestros días. La velocidad y la verticalidad se cotiza, sobre todo en el juego en transiciones.
Este es uno de los problemas que se encuentra el Málaga en ataque. De alguna manera los rivales le han pillado el truco. La capacidad de sorpresa es menor. De igual modo que su solidez defensiva es irreprochable (dos goles en contra las últimas diez jornadas), es un equipo al que no le sobra gol (lleva 42, un promedio de 1,4 por partido, frente a los 62 del Castellón y los 56 del Córdoba), y esto es una virtud necesaria si un partido se llega a poner cuesta arriba, como el del pasado domingo ante el Linares.
Aunque el Málaga cambió el ritmo en la segunda parte y obligó a recular al rival, a la hora de la verdad no hubo tantas ocasiones claras. El cuadro de Martiricos es víctima de su limitada capacidad de maniobra si los rivales defienden muy atrás y se juntan en esa zona. Sin que sus volantes aporten mucho gol (salvo Genaro y Dani Lorenzo, ausentes entonces), no hay tampoco demasiada creatividad para el último pase o las paredes, y casi todo se limita a los centros laterales con el recurso de Roberto, cada vez más consolidado como referente realizador del equipo.
El Málaga no tiene demasiados argumentos para atacar bien los espacios. Su mejor arma es Roberto, que puede deslazarse bien en profundidad y tirar desmarques. De hecho, hubo un buen ejemplo en la primera mitad del duelo del domingo, cuando Rentero le derribó de forma ostensible en una acción que pudo haber sido algo más que una simple falta, pero que el árbitro no llegó a ver. Este mismo central se ganó luego la amarilla al frenar sin miramientos a Kevin, la gran baza para que el Málaga explote la verticalidad. El canterano es un jugador distinto, veloz, descarado y que puede intentar el uno contra uno, pero sus compañeros apenas le buscan al espacio. En esa acción sí lo hizo Víctor García, su compañero en la banda, pero no es lo habitual. A ello hay que sumar la lesión de gravedad de Haitam, otro extremo puro con condiciones para irrumpir a la espalda de la defensa.
El resultado es que el Málaga se hace así más predecible, y este es un peligro cara a la fase decisiva del curso que se avecina, los 'play-off' a los que parece abocado el equipo, a nueve puntos (más el 'goal average' en contra) del líder, el Castellón, y a la misma distancia del sexto, ahora el Recreativo.
Lógicamente, los equipos andan cortos de talento y calidad para el juego en espacios reducidos en una categoría semiprofesional como Primera RFEF. Quizás la única excepción a la norma ha sido el Castellón, en especial el de la primera vuelta, mientras Medunjanin estuvo en plenitud, pero los 'orelluts' se han visto abocados a jugar mucho tiempo en zona de tres cuartos ante rivales pertrechados, como el Málaga en largas fases del segundo tiempo el domingo. Ahí es donde se detectan más las carencias ofensivas. Al menos ha vuelto Ramón: algo de luz.
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